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El marido lucha con los demás hombres por nuestra vida y por la prole común. Un día llega un poco irritado a casa; quizá tiene una intemperancia, un gesto agrio, fruto de su desazón. Seamos sedante, y que nuestra palabra dulce y animosa le haga olvidar los disgustos y penalidades en el tráfago de la vida. Yo tuve una vez un pequeño disgusto con mi marido por una futesa, por una nonada.

Pues, ¡caray! a todo echar, de una futesa... de una muchachada, eso es... Que el señor don Alejandro se entera de ella... se entera de ella, corriente... que se incomoda un poquito... eso es, y te echa a ti, Leto, un rifirrafe, y otro rifirrafe a su hija... Pues pongámoslo en lo más... y que haya rifirrafe: para igualmente, ¡caray!... y hasta para usted también, don Claudio... eso es, , señor, un rifirrafe para cada uno... ¿Y qué?... Por más vueltas que le demos, siempre saldrá en limpio, en limpio, eso es, lo que antes dije: una muchachada... que servirá de gobierno para en adelante, y que se acabarán esos recreos peligrosos para ella... ¡muy bien acabados, caray! ¡Ojalá tuviera yo influjo bastante para obligarte a ti a lo mismo!

Es una bicoca, hija manifestó la marquesa con aquel tono y aire de superioridad indulgente que sabía tomar cuando le convenía . Si salgo de mi conflicto, esa futesa por que usted se apura tanto, corre de mi cuenta. Así está el país como está, porque el capital no circula, porque todo el metálico está en las arcas, sin beneficio para nadie, ni para el que lo posee.