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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Desesperado Iñigo, pide al cielo y á la tierra que liberten á su esposa; excita al pueblo á tomar una resolución heróica y á sacudir tan ignominioso yugo, aunque sin conseguirlo, á causa del miedo que inspira el tirano.
Lo que hace creer se hallan contentos en su retiro aquellos españoles, supongo serán los superiores, y que aquellos signos de papeles, &a. serán de la plebe, que, oprimida, desea sacudir el yugo. Sin embargo cuando por órden de Nuestro Exmo.
Claros ejemplos de tales diatribas, fundadas en sentencias como las que rezan: quien bien te quiere te hará llorar, y la letra con sangre entra, han dado en Italia, para libertarla del yugo extranjero y hacerla una, no pocos egregios italianos como Parini, Giusti y Leopardi, avergonzándola y maltratándola de palabra, ora en prosa, ora en verso.
Y si Dios no quiere otorgarme ese don añadió el ciego tampoco te separarás de mí, también serás mi mujer, a no ser que te repugne enlazarte con un ciego. No, no, chiquilla mía, no quiero imponerte un yugo tan penoso. Encontrarás hombres de mérito que te amarán y que podrán hacerte feliz.
Pero estas causas debieran influir más en los pueblos libres que en pueblos como el de Cuba, que gime aún bajo el abominable yugo de España. Cuba, no obstante, apenas tenia á principios de siglo más población que 400.000 almas. Hoy pasa la población de Cuba de 1.600.000.
Por el balcón abajo se hubiera tirado él dos semanas antes, primero que cantar delante de alma nacida lo que acababa de cantar en presencia de unas personas tan respetables como aquéllas. ¡Si estaría domesticado y le parecería el yugo blando y llevadero! Hasta los mismos señores de Peleches, mal acostumbrados a la compañía continua de los amigos, se hallaron desorientados sin ella.
Aconsejóle en un soneto que borrase todas sus obras, excepto el San Isidro, y esto sólo á causa de su objeto, y que no añadiese á la desdicha de Jerusalén, de estar bajo el yugo de los infieles, la de ser cantada por él.
Soldado reenganchado, uncido en sus mejores años al férreo yugo de la disciplina militar, se convenció de la ociosidad de la palabra y necesidad del silencio. Calló primero por obediencia, luego por fatalismo, después por costumbre.
Es cierto que las aplicaba á conquistar otras tierras; pero empobreciendo las suyas: i es cierto tambien que fué quien abrió la puerta á sus sucesores para que con la ruina del comercio i de la labranza en España, llevase á los reinos estraños la fama del valor español; el cual, como solo se ejercitó en su daño, i solo en guerras injustisimas, no consiguió mas que la admiracion i la envidia de los vencidos i opresos, i el hacerse entonces aborrecidisimo en todas las provincias del orbe que sintieron el yugo de sus armas, i el tiránico gobierno de sus reyes.
Desde ese día comenzó su vida de miseria, pues desde entonces llevaba un yugo tan pesado, que sus mismos hombros de gigante amenazaban romperse bajo la carga: todo lo que conseguía ganar con sus manos encallecidas, todo lo que ahorraba en sus gastos personales, desaparecía absorbido por las reclamaciones de los suyos.
Palabra del Dia
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