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Actualizado: 6 de junio de 2025


Tales anacronismos no son por cierto raros en los poetas románticos; pero es fácil de demostrar, que, en general, los cometen cuando son indispensables, atendido el fin poético que se proponen alcanzar; tratándose de Corneille ya es más difícil esta prueba, pudiendo calificarse de yerro claro y patente, hijo de su completa ignorancia de la historia, y de los que se califican vulgarmente de garrafales.

Retirarnos á la patria mengua y afrenta de nuestro nombre seria, hasta que nuestra venganza fuese tan señalada y atroz como lo fué la alevosia y traicion de los Griegos; y así en este punto siento con Berenguer de Entenza; pero en lo que toca al modo de hacer la guerra opuestamente debo contradecirle, porque paréceme yerro notable dividir nuestras fuerzas, que juntas son pequeñas y desiguales al poder del enemigo que nos sitia.

Que pasado un mes que había que estábamos en Toledo, haciendo comedias buenas y enmendando el yerro pasado, ya yo tenía nombre, y habían llegado a llamarme Alonsete, que yo había dicho llamarme Alonso, y por otro nombre me llamaban el Cruel, por serlo una figura que había hecho con gran aceptación de los mosqueteros y chusma vulgar.

Cogióla Zadig con su acostumbrada cortesanía, pero no se la ató á la dama á la pierna; y este leve yerro, si por tal puede tenerse, fué orígen de las desventuras mas horrendas. Zadig no pensó en ello, pero la muger del envidioso pensó mas de lo que decirse puede. Cada dia se le presentaban nuevas damas.

Por grande yerro tendría, si la eleccion de príncipe pende de nosotros, escoger al que vive ausente, y ocupado en gobernar mayores estados, y dejar al desocupado y libre de otras obligaciones y el que ha de vivir siempre entre nosotros, y correr la misma fortuna de los sucesos prósperos, y adversos.

5 Y cuando el vengador de la sangre le siguiere, no entregarán en su mano al homicida, por cuanto hirió a su prójimo por yerro, ni tuvo con él antes enemistad. 6 Y quedará en aquella ciudad hasta que parezca en juicio delante del ayuntamiento, hasta la muerte del sumo sacerdote que fuere en aquel tiempo; entonces el homicida tornará y vendrá a su ciudad y a su casa y a la ciudad de donde huyó.

7 La corte en el valle, de D. Francisco Avellaneda, D. Juan de Matos Fragoso y D. Sebastián de Villaviciosa. 8 Amar y no agradecer, de D. Francisco Salgada. 9 Santa Olalla de Mérida, de D. Francisco González de Bustos. 10 Merecer de la fortuna, ensalzamientos dichosos, de D. Diego de Vera y D. José Ribera. 11 Muchos aciertos de un yerro, de D. José de Figueroa.

No digas eso, hija mía; di más bien que Magdalena es injusta; pero debes perdonarla, porque es la fiebre y no ella, quien habla por su boca; más que vituperio merece compasión. Con la salud recobrará la razón; entonces reconocerá su yerro, y arrepentida pedirá perdón por su injusta cólera.

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