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Actualizado: 27 de julio de 2025
Doña Camila y Ana se trasladaron a Madrid y allí vivían parte del año los tres juntos, pero el verano y el otoño los pasaban en la quinta de Loreto.
En Suches, por ejemplo, que está al oeste de la cordillera, reina un cielo enteramente raso; su temperatura es seca, y en el verano solamente, desde el mes de diciembre hasta el de marzo, caen algunos aguaceros ó un poco de granizo. Entretanto, si se pasa al otro lado de la cordillera, se halla, poco mas ó ménos á la altura de tres mil varas sobre el Oceano, un nivel permanente de nubes.
2 Y dijo: ¿Qué ves, Amós? Y dije: Un canastillo de fruta de verano. Y el SE
En los primeros versos de La dama duende se habla también del nacimiento del príncipe Baltasar, y la mención que de él se hace no tendría interés alguno, si esta pieza no se hubiera puesto en escena inmediatamente después de ese suceso. Hay motivo, por tanto, para creer que la Casa con dos puertas se representó por vez primera en el verano de 1629, y La dama duende en el invierno de igual año.
Durante la primavera y el verano reuníanse los Cuarenta y cinco en el vestíbulo de la sociedad y parte de la calle, sentados en sillones de junco, a esperar los telegramas de las corridas. Creían poco en las opiniones de la prensa; además, necesitaban conocer las noticias antes de que saliesen en los periódicos.
Sintió la misma alegría de los frescos amaneceres del verano. ¡Hermosa mañana! Pero ¿qué habitación era aquella?... Miró con extrañeza el lecho y cuanto le rodeaba. De pronto la realidad asaltó su cerebro, paralizado dulcemente por los primeros esplendores del día.
¡No vaya a hablar solo también; no sea el diablo que lo tomen por loco...! ¿Y usted cree, Baldomero, que no hay más locos que los que hablan solos?... ¡Qué voy a creer, señor!... ¡si hay locos de toda laya!... locos de hambre... esos que hay ahora que les dicen locos de verano... ¡Si hasta hay locos por... la Pampita!..... Eso de los locos de hambre, ¿lo ha dicho por mí?...
Se entendía con los jardineros. En cuanto las lluvias de invierno se inauguraban, después del irónico verano de San Martín, a Frígilis se le caía encima Vetusta y sólo pasaba en su recinto los días en que le reclamaban sus árboles y sus flores.
Las grandes copas de los castaños aún no estaban vestidas del follaje que ostentan en el verano. Los rayos del sol, pasando al través de sus ramas descarnadas, bebían el agua fresca que formaba charcos entre el césped. Obdulia no paró hasta llegar al talud guijarroso que servía de margen al río.
Porque siempre estaba temiendo alguna gacetilla injuriosa como la que tanto le había hecho padecer el verano anterior.
Palabra del Dia
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