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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Crueldad ésta que apreciarán en toda su cálida simpatía, los hombres que están enamorados de una sombra o no. Ayestarain acaba de salir. Me ha dicho que la enferma sigue mejor, y que mucho se equivoca, o me veré uno de estos días libre de la presencia de María Elvira. Sí, compañero me dice. Libre de veladas ridículas, de amores cerebrales, y ceños fruncidos... ¿Se acuerda?
« Hágase la voluntad de Dios ha seguido Eulalia , pero que El no permita que pueda usted condenarme sin oírme. ¡Si usted supiera lo que he sufrido yo! ¿Me vio usted cuando con los ojos llenos de lágrimas espiaba sus últimos pasos cuando usted marchó al destierro? ¿Presenció usted las largas veladas que pasé ocupada en gemir y en pensar en usted? ¿Me vio usted, en fin ¡y por qué no moriría aquel día!
Por el momento sus relaciones se limitan á veladas y comidas entre millonarios, preludios de bodas que cruzan la sangre de los nobles de la conquista con la de los ganaderos de puercos y explotadores de minas. La estadística de los matrimonios por los cuales las misses de Chicago, de Nueva-York ó de Filadelfia han entrado en las más ilustres casas inglesas, es muy curiosa.
Allan cuyo nombre pasará al porvenir al brillo del nombre del poeta jamás pudo imaginarse que el pobre muchacho recitador de versos que alegraba las veladas de su home, fuese más tarde un egregio príncipe del Arte. En Poe reina el ensueño desde la niñez.
Pero nada; el imbécil de Fausto no celebró pacto con el demonio, sino para cometer delitos inútiles é incurrir en más simplezas que el propio D. Simplicio Bobadilla y Majaderano. Prescindo ahora de la segunda parte ó tragedia de Fausto. Todo allí es fantasmagoría: todo está lleno de enigmas filosóficos y de veladas enseñanzas.
Eran ocho mil reales, amasados trabajosamente entre las dos mujeres, arañados al jornal de Tónica y a la pobre pensión de Micaela, adquiridos a fuerza de alimentarse con arroces insípidos los más días de la semana, remendar los trajes hasta que se deshilachaban de puros viejos y pasar las veladas a obscuras para evitar el gasto de luz. Juanito dudó. No le parecía mal el propósito.
Más adelante, caras barbudas con el sello francés más puro; otras medio ocultas bajo la boina vasca, y otras indígenas, pero todas veladas por el polvillo amarillento de la calamina, pasaban rápidas por delante de las ventanillas del coche, que al cabo penetró en la primera calle de la población. Aquí, como en la carretera, mil objetos que llamaban mi atención por lo inesperados.
»De labios de varios prelados, que de paso en Madrid asistían a las veladas de la Juventud Católica, he oído lo que nadie ha oído, y lo mismo de los nuncios y demás sacerdotes ilustrados.
No cabía duda de que era él el pretendiente preferido, y era esto tan evidente que el pobre chico no sabía ni lo que le pasaba, y si le hubiesen obligado a decir lo que sentía, habría confesado que siete meses de desdenes no le habían atormentado tanto como aquellas dos veladas de favor.
Y, en efecto, poco tardó el niño en ver asomar, gateando entre los matorrales, a un hombre cuya descripción acaso había oído mil veces en las veladas, en las deshojas, acompañada de exclamaciones de terror.
Palabra del Dia
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