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Actualizado: 9 de octubre de 2025


Este grupo unido, compacto, como si en semejante cohesión hallase cada uno más pequeña su desgracia, comenzó á andar tristemente, consolando los hombres á las mujeres y éstas á los niños. Sobre las figuras de aquel triste cuadro se destacaban los hombros y la cabeza de Tremontorio, que, como no tenía familia propia, adoptaba por suyas á todas las demás.

Si de vuelta de correr la sardina salía alcanzada la mujer del Tuerto en la cuenta que éste le tomaba rigorosamente, en el balcón se oía la primera guantada de las que administraba el desdichado marido á su costilla; desde el balcón llamaba á su padre, á su madre y á Tremontorio; desde el balcón les contaba lo sucedido, y renegaba furibundo de su mujer; desde el balcón imploraba el auxilio de Dios..., y de balcón á balcón se enredaba un diálogo animadísimo que entretenía, por espacio de media hora, á las gentes de la calle.

¡Si llevo gastao, tío Tremontorio, un costao en esos amenículos! He gastao en velas pa los Santos Mártiles, á ver si la quitan el vicio, un sentío..., y como si callara... Ya no qué hacer, tío Tremontorio, si no es matarla, porque es mucho el vicio que tiene. Fegúrese usté que dempués que la di el aguardiente con pólvora, la entró un cólico que creí que reventaba.

No le llenó el ojo nada de esto á Tremontorio, pero, al cabo, era algo que ponía centinelas á la puerta de la mar; y como además le ponderaron mucho las ventajas sus compañeros de fatigas, y él tenía grandes deseos de conformarse, conformóse, aunque á regañadientes, y volvió á su lancha.

Si de vuelta de correr la sardina salía alcanzada la mujer del Tuerto en la cuenta que éste le tomaba rigorosamente, en el balcón se oía la primera guantada de las que administraba el desdichado marido á su costilla; desde el balcón llamaba á su padre, á su madre y á Tremontorio; desde el balcón les contaba lo sucedido, y renegaba furibundo de su mujer; desde el balcón imploraba el auxilio de Dios..., y de balcón á balcón se enredaba un diálogo animadísimo que entretenía, por espacio de media hora, á las gentes de la calle.

El Tuerto no quiso oir más, y salió de la bodega de Tremontorio, echando llamas por los torcidos ojos y maldiciones por la boca.

Pocos minutos después estaba en la calle, con su lío al brazo, en compañía de Bolina y Tremontorio. Los tres iban cabizbajos, taciturnos y caminando con repugnancia. Casi al mismo tiempo que ellos en la calle, aparecieron en sus respectivos balcones la mujer de Bolina, rodeada de sus nietos, y la del pobre Tuerto, sola, desgreñada y dando alaridos de desconsuelo.

Palabra del Dia

aprietes

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