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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Tal molesto trastorno en las horas del reposo le enfadaba mucho consigo mismo, pero infinitamente más con cualquiera que osase ponérselo de manifiesto. Aunque se le viese dormido por el día no había que hacer de ello mención. D. Félix tomaba cualquier advertencia acerca de este punto como un insulto.
Sus respuestas son casi de amor... Yo le regalo salchichones y botes de conservas, en recuerdo de los mazos de flores de veinte luises que me envió cuando pretendía mi mano... ¡Qué tiempos, Miguel! ¡Quién podía imaginarse este trastorno de las personas y las cosas!... Hablaba ya con más tranquilidad, como si el recuerdo de su hijo hubiese retrocedido á un segundo plano de su memoria.
«Comprendo prosiguió el buen sacerdote enderezando su cuerpo y aproximando el sillón para tocar con su mano el brazo de Doña Francisca , comprendo su trastorno... No se pasa bruscamente del infortunio al bienestar, sin sentir una fuerte sacudida.
Lo melodioso del sonido, ¿cesa por ventura al excitarse en nuestra alma mil afectos diferentes, que en su naturaleza nada tienen que ver con él? nó ciertamente. ¿A qué pues temer el trastorno de nuestros conocimientos por la introduccion de un nuevo órden de sensaciones? ¿A qué dar tanta importancia á una suposicion, cuyos efectos podemos calcular muy bien, pues que examinados á fondo los actuales fenómenos sensitivos, la vemos ya realizada?
Pero alguien hubo de producir trastorno en los planes sabiamente trazados por D.ª María y sus ilustres primas; desconcertólos Napoleón, Emperador de los franceses, al poner sus ojos en esta joya del continente y al invadirla.
Ya no le cortaría la respiración el miedo de que apareciese el funesto cobrador de la tienda cuando Bringas estaba en la casa. Recobró el apetito que había perdido, y sus nervios se tranquilizaron. Es que, la verdad, hallábase por aquellos días bajo la acción de un trastorno espasmódico que simulaba una desazón grave, y le costó trabajo impedir que su marido llamara al médico de Familia.
Lucía no se apartaba de su lado; Ana había vuelto en sí; Lucía había mirado ya muchas veces a la puerta, como preguntándose dónde estaría Juan. «¿En el balcón? ¡Que no esté en el balcón!». Y aun desmayada Ana, por poco no le abandona la mano. ¡Vete, vete con Juan! le dijo Ana, apenas abrió los ojos, y le notó el trastorno; y con la mano y la sonrisa la echaba hacia la puerta suavemente.
Algún tiempo después de este pequeño drama burocrático sentimental, parió otra vez doña Manuela, y estando convaleciente, llegó de Madrid para don José uno de los pliegos oficiales que tanto trastorno le causaban: su traslado a Valladolid, con la orden ineludible de ir inmediatamente a tomar posesión del nuevo cargo. ¡Aquéllos fueron apuros!
En lugar de decir un Padre nuestro decía una Salve, y se trastornó de tal modo el rezo, que al cabo de un momento se encontraron perdidas en un laberinto sin saber en qué parte del rosario se hallaban. ¡Ah, qué cabeza la mía!-dijo la santa deteniéndose; pero ¡ay! con la conversación de usted me he distraído. Sigamos.
¿Y si no concluyes hoy? El trastorno es lo menos: lo malo es que no cobro, y en casa hace falta. Quedose don Cándido pensativo.
Palabra del Dia
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