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Actualizado: 27 de junio de 2025


Torné á pasar los ojos por mis comedias y por algunos entremeses míos, que con ellas estaban arrinconados, y vi no ser tan malas, ni tan malos, que no mereciesen salir de las tinieblas del ingenio de aquel autor, á la luz de otros autores menos escrupulosos y más entendidos. Y con esto Dios te salud, y á paciencia

Lacerado de ! -dije yo-. ¿Si queréis a échar algo? ¿Yo no vengo de traer el vino? Alguno estaba ahí, y por burlar haría esto." "No, no -dijo él-, que yo no he dejado el asador de la mano; no es posible " Yo torné a jurar y perjurar que estaba libre de aquel trueco y cambio; mas poco me aprovechó, pues a las astucias del maldito ciego nada se le escondía.

Yo salíme del calabozo diciéndoles que me perdonasen si no les hiciese mucha compañía, porque me importaba no hacérsela. Torné a repasarle las manos al carcelero con tres de a ocho y sabiendo quién era el escribano de la causa enviéle a llamar con un picarillo.

De lo que sucedió en aquellos tres días siguientes ninguna fe daré, porque los tuve en el vientre de la ballena; mas de cómo esto que he contado , después que en torné, decir a mi amo, el cual a cuantos allí venían lo contaba por extenso.

31 Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el fuego de mi ira los consumí; torné el camino de ellos sobre su cabeza, dijo el Señor DIOS. 1 Y vino Palabra del SE

8 Castiga Jerusalén, para que por ventura no se aparte mi alma de ti, para que por ventura no te torne desierta, tierra no habitada. 9 Así dijo el SE

De lo que sucedió en aquellos tres días siguientes ninguna fe daré, porque los tuve en el vientre de la ballena, mas de cómo esto, que he contado, después que en torné decir a mi amo, el cual a cuantos allí venían lo contaba por extenso.

Ven, muerte, tan escondida, Que no te sienta venir, Porque el placer de morir No me torne á dar la vida. No sucede así con los antiguos españoles, que ignoran estas distinciones, y jamás confunden los romances y las redondillas.

Inés me miró un rato casi como a un extraño, y apartando bruscamente mi mano y el cigarro, su voz se rompió: ¡Esteban! Qué torné a decirle. Esta vez bastaba. Dejó lentamente mi mano y se reclinó atrás en el sofá, manteniendo fijo en la lámpara su rostro lívido. Pero un momento después su cara caía de costado bajo el brazo crispado al respaldo. Pasó un rato aún.

TALMA. ¡Pues la envidio...! Usted ignora los atroces dolores que templan al artista. Yo, aquí donde usted me ve, estuve a punto de sucumbir a ellos. ¡Un poco más, y hubiera renunciado al teatro para entrar en la Compañía de Suez...! ¡La suerte quiso que fracasara en el examen! ¡Torné al arte sublime del comediante! Dios me había indicado mi camino y lo escuché. Entré en el Conservatorio.

Palabra del Dia

lanterna

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