Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 5 de junio de 2025
Añádase á esto un cuerpo delgado y pequeño, caracterizado con el aspecto fatigoso de un cansancio habitual, y este cuerpo embutido dentro de un traje de terciopelo negro; añádase un cordón de seda del que cuelga sobre el pecho el toisón de oro; un pequeño puñal de corte, pendiente de un cinturón tachonado de pequeños clavos de plata, y al otro lado un largo rosario negro sujeto al mismo cinturón, y se tendrá una idea de Felipe III, tal cual se presentó á la duquesa de Gandía.
»Pusieron al cuerpo el interior humilde atavío de difunto, y después le vistieron como si estuviera vivo, como se acostumbra a hacer con los Caballeros de Órdenes Militares: puesto el manto capitular con la roxa insignia en el pecho, el sombrero, espada, botas y espuelas; y de esta forma estuvo aquella noche puesto encima de su misma cama en una sala enlutada; y a los lados algunos blandones con hachas, y otras luces en el altar donde estaba un Santo Cristo, hasta el sabado, que mudaron el cuerpo a un ataúd, aforrado en terciopelo liso negro, tachonado y guarnecido con pasamanos de oro, y encima una Cruz de la misma guarnición, la clavazon, y cantoneras doradas y con dos llaves: hasta que llegando la noche, y dando a todos luto sus tinieblas, le conduxeron a su último descanso, en la Parroquia de San Juan Bautista, donde le recibieron los Caballeros Ayudas de Cámara de su Magestad, y le llevaron hasta el túmulo que estaba prevenido en medio de la capilla mayor; encima de la tumba fue colocado el cuerpo: a los dos lados había doce blandones de plata con hachas, y mucho número de luces.
Aunque ya en sus comienzos el otoño, la noche era templada y magnífica bajo un cielo tachonado de estrellas. Había aún claridad suficiente y Marcelita corría tras de su aro por las angostas calles que rodeaban la fuente.
¡Pero, por Dios, no acabes de matarme... ten piedad de mí!... ¡Esto es horrible!... ¡Yo que te amo tanto, Dios mío!... y que ni aun me atrevo a decírtelo... porque creerías que miento para salvarte de la muerte... y, sin embargo... aquí delante de Dios... te juro que te amo... ¡oh! te lo juro. Y deshecha en lágrimas levantaba desesperadamente sus brazos al tachonado cielo.
Aunque la noche estaba muy tranquila y el cielo tachonado de innumerables estrellas, el frío era tan intenso que había cerca de una pulgada de escarcha en los cristales. Fuera se oía el «¿quién vive?» de los centinelas, las pisadas de las patrullas, y, en las cumbres de alrededor, los aullidos de los lobos, que seguían a nuestros ejércitos por centenares desde 1812.
Palabra del Dia
Otros Mirando