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Se sentía morir, y al borde de la partitura escribió esta pregunta aterradora: «¿Es preciso?» Y más abajo añadió: «; es preciso, es precisoEra necesario morir, siendo un genio, abandonar la vida cuando aún llevaba en la cabeza tantas sublimidades, pagar el tributo a la renovación humana, sin consideración a su majestad de semidiós.

Su gloria y su poder no encontraban obstáculo alguno en el rincón de la República sometido á su autoridad. Los jóvenes empleados en los ministerios de la capital se agrupaban para reir, leyendo en voz alta las comunicaciones enviadas por el héroe de Cerro Pardo. Los grandes periódicos comentaban con una ironía algo miedosa las sublimidades laberínticas de su estilo.

Y en vez de pensar en educarle para elevarle a su altura, pensó en educarse a misma para subir a la altura en que le veía colocado. Bullían todos estos pensamientos en la mente de Rafaela de modo harto confuso. Lejos de ella el imaginarse enamorada del inglesito. El propósito de enamorarle más lejos aún. Sólo meditaba entonces virtud, abnegación y toda clase de sublimidades.

A la otra parte la fábrica del gas... ¡oh prodigios de la industria!... Luego el cielo espléndido y aquellos lejos de Carabanchel, perdiéndose en la inmensidad, con remedos y aun con murmullos de Océano... ¡sublimidades de la Naturaleza!... Andando, andando, le entró de improviso un celo tan vehemente por la instrucción pública, que le faltó poco para caerse de espaldas ante los estólidos letreros que veía por todas partes.

Cuantas sublimidades puedan ocurrírsele hoy a un poeta que ha estudiado mucho, no son tan pasmosas, ni implican tan rara super-hombría como la que tuvo, pongamos por caso, allá en las primitivas edades, el inspirado autor del libro de Job o el richí o poeta que compuso el himno del Rig-veda, al Dios desconocido.

Las gentes, sin embargo, no estaban de este parecer. Apenas si, por lo común, son capaces de alcanzar tales sublimidades y de prestar crédito a lo que llaman sutilezas o tiquismiquis amorosos. Creen siempre en algo menos etéreo, sobresubstancial y trascendente.

Uno de la partida le dió el alto y le hizo descender de las sublimidades amatorio-musicales en que se hallaba sumido, presentándole el sencillo dilema de recibir una paliza o de venirse con nosotros. José Cacochipi, por muy aficionado que sea a la música, no ha querido que solfeen sobre él y ya hace un mes que está en la partida.

Del propio modo, si va poco al teatro, va mucho al Liceo; si no pasea en coche, se sienta en las sillas de la Carrera los domingos, y si nunca estuvo en la ópera, oye tocar con frecuencia á las bandas militares las sublimidades cursis de La Traviata.