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Para esta honra se levantan en pie el indio é india más ancianos y venerables de todo el pueblo con una taza llena de flores y esmaltes hecha sólo para que beba aquella deidad fingida, le dan con la mano derecha tres veces á beber, y con la siniestra levantan la estera.

«Nuestro Señor que lo han quitado de la Cruz y esta desnudo en cueros y con un paño, tiene tapadas sus verguenzas y esta echado sobre la falda de un santo que tiene la barba endida y larga y nuestra señora la diestra tiene debajo de la barba de nuestro señor que lo quiere besar y se le parece la siniestra ay un ¿naviete? y un molino de vientoMonograma dibujado W.

Rojos de emoción, con lágrimas en los ojos se abrazaron estrechamente y se besaron en medio de la soledad de aquellas montañas que una vez al menos se mostraron piadosas. Clara era dichosa. Sin embargo, el recuerdo fatal de su primera noche de novia le asaltaba alguna vez estremeciéndola; fue una visión siniestra que la persiguió toda la vida.

Julián pasaba la revista con especial devoción, puesto que el patrón de Naya era el suyo mismo, el bienaventurado San Julián, que allí estaba en el altar mayor con su carita inocentona, su estática sonrisilla, su chupa y calzón corto, su paloma blanca en la diestra, y la siniestra delicadamente apoyada en la chorrera de la camisola.

Después le parecía que los muros se apartaban: se encontraban en el interior de una gran sala, cuyas paredes estaban tendidas de negro; en el fondo había una mesa con un crucifijo y dos velas amarillas, y sentados alrededor de esta mesa cinco hombres de espantosa mirada, cinco inquisidores vestidos con la siniestra librea del Santo Oficio.

11 Según la ley, que ellos te enseñaren, y según el juicio que te dijeren, harás: no te apartarás ni a diestra ni a siniestra de la palabra que te enseñaren. 12 Y el hombre que procediere con soberbia, no escuchando al sacerdote que está para ministrar allí delante del SE

Y por un simultáneo impulso de compasión, volviéronse presurosos y sujetaron a Gonzalo, cuya rabia cruel aun no se había apagado. El contacto de las manos de aquellos señores le volvió a la razón. Les echó una larga mirada siniestra y extraviada, y sin decir palabra, recogió el sombrero y se dirigió a la puerta de la quinta, mientras los padrinos conducían al Duque moribundo a casa.

Estándola mirando, oyeron un silbo como de pastor que guardaba ganado, y a deshora, a su siniestra mano, parecieron una buena cantidad de cabras, y tras ellas, por cima de la montaña, pareció el cabrero que las guardaba, que era un hombre anciano. Diole voces don Quijote, y rogóle que bajase donde estaban.