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La exposición que hizo la pobre Dolly de la sencilla teología de Raveloe hirió los oídos de Silas sin que entendiera palabra; en efecto, ninguna de aquellas frases podía evocar un recuerdo de la religión que había practicado, y su espíritu quedaba del todo desconcertado. Marner permaneció silencioso.

La obesa servidora que no se tomó ni aun la molestia de enterarse del nombre del visitante echó a andar delante de él pasillo adentro y abrió la puerta del despacho anunciando la visita con esta sencilla fórmula: Señorito, aquí hay un caballero que pregunta por usted.

Novela es, aunque sencilla, y llámese así o de otro modo, no dejará de ser un libro excelente. Novelas muy celebradas hay que no tienen más acción; algunas, ni tanta.

Son la historia de un muchacho pobre; pobre muchacho tímido y crédulo, como todos los que allá por el 67 se atusaban el naciente bigote, creyéndose unos hombres hechos y derechos; historia sencilla, vulgar, más vivida que imaginada, que acaso resulte interesante y simpática para cuantos están a punto de cumplir los cuarenta.

La mansión, con frecuencia habitada por pintores, era bastante sencilla, pero dominaba el radiante valle del Sena, mientras que a sus espaldas desarrollábase el siempre grandioso panorama de París.

Cecilia se acercó a él con paso firme y le alargó la mano con la misma plácida sonrisa de siempre. ¿Cómo te va, Gonzalo? Parecía que le había visto el día anterior, y que nada de particular había sucedido. Sólo su tez estaba un poco más pálida. Tal confusión se apoderó del joven, que no pudo contestar a esta sencilla pregunta sin balbucir.

Ambas Juanas, sin alterarse en manera alguna y como la cosa más natural y sencilla, lo explicaban todo, afirmando que Juanita y Antoñuelo eran exactamente de la misma edad, se habían criado juntos desde que estaban en pañales y podían considerarse como hermanos.

Un siglo, que, encerrado en mismo, vive sin elementos extraños vida tan robusta y vigorosa, y encuentra en tesoros bastantes para vestir lujosamente á los pasados, y convertir formas ya muertas en otras vivas y reales, y todo esto sencilla y espontáneamente, sin prosáica reflexión, es un siglo que ofrece á la poesía el más fértil y florido campo.

Anoche, cuando llegaba a casa, creí un momento haber hallado la solución, que sería ésta: María Elvira, en su fiebre, soñaba que estaba despierta. ¿A quién no ha sido dado soñar que está soñando? Ninguna explicación más sencilla, claro está.

Después de 1850 desaparecieron las fuentes que en el centro de la Alameda existían, y hace años se trasladó al final la pila de la Plaza de San Francisco, se rodearon de sencilla verja los Hércules, se reformaron algunos asientos de la entrada, intentándose plantar un jardín en ambos lados, que no llegó á prosperar por descuido.