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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Cuando hubo cambiado de traje, cualquiera hubiese tomado al anciano cazador, a pesar de sus grandes bigotes grises, por un aldeano de la montaña alta. Sus dos hijos, muy satisfechos de tomar parte en aquella primera expedición, repasaban las espoletas de las carabinas, y sacando las bayonetas de caza, largas y rectas como espadas, las colocaron al extremo de los cañones.

Los dos servios son jóvenes y parecen satisfechos de que las aventuras de su patria les hayan arrastrado hasta París, ciudad de ensueño que tantas veces ocupó su pensamiento en la bárbara monotonía de una guarnición del interior. Ambos «saben relatar», habilidad ordinaria en un país donde casi todos son poetas.

No es ya la Ley Morúa lo que preocupa á los directores del movimiento; y la carta de Evaristo Estenoz al cónsul de los Estados Unidos en Santiago, prueba que los que hace un mes se lanzaron al campo invocando los derechos de una raza, se darían por satisfechos hoy á los treinta días cabales de iniciado el movimiento con escapar al plomo y el machete de sus incansables perseguidores.

¡Qué van a agarrar!... Y ahí empieza él con sus sonrisas y sus disculpas: "No hay más; por esto verá que no lo olvido; otra vez será"... ¡Y los hombres se retiran satisfechos, y... como vinieron!

Hemos leído algunos de sus escritos y una composición poética que hizo por encargo de su padre, habiendo quedado todos muy satisfechos y particularmente yo, de las condiciones y el talento que parece poseer mi hijo. Acaso sean estos pensamientos únicamente dictados por el amor de una madre, que siempre ve en sus hijos agrandadas sus buenas cualidades y empequeñecidas las malas.

No estaban los Catalanes y Aragoneses á su parecer enteramente satisfechos, si los Masagetas, con su General Gregorio, principal ministro de la muerte del César Roger, y de los que con él iban, se retiraban á su patria, sin llevar justa recompensa del agravio que de ellos recibieron.

Reparen y mediten los hombres, que por mucha grandeza, excelencia, y contento que logren en esta vida, nunca quedará saciado el apetito de su felicidad; y la experiencia nos lo hace ver cada dia en los ricos, y poderosos, que nunca estan contentos, ni satisfechos, porque aquella felicidad, sosiego y contento, que pueden llenar el natural apetito del hombre, solo puede hallarlos en Dios, que es su verdadero bien, y su verdadera felicidad.

Entonces todas sus más poéticas aspiraciones, todos sus afectos más puros y hasta sus naturales apetitos, nunca satisfechos, de goces materiales, de bienestar y de reposo, y todas sus esperanzas, se cumplen y se logran de un modo ilusorio, en el delirio que precede á la muerte.

Algunas, como Severiana, que, dicho sea entre paréntesis, tenía para aquella noche una magnífica lombarda, lomo adobado y el besugo correspondiente, se contentaban con un saludo afectuoso. Otros no se daban por satisfechos con lo que recibían. A todos preguntaba Jacinta que qué tenían para aquella noche.

Y la verdad era para él a modo de una pelota de retazos, confusos y en desorden, de lo que había oído a don Joselito. Mirábanse los camaradas, asombrados de la sabiduría de su compañero, sintiéndose satisfechos de que uno de los suyos hiciese frente a gentes de carrera y las pusiera en aprieto, por ser clérigos casi siempre de pocos estudios.

Palabra del Dia

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