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Actualizado: 9 de mayo de 2025
»Sosegóse con esto Anselmo y quiso aguardar el término que se le pedía, porque no pensaba oír cosa que contra Camila fuese, por estar de su bondad tan satisfecho y seguro; y así, se salió del aposento y dejó encerrada en él a Leonela, diciéndole que de allí no saldría hasta que le dijese lo que tenía que decirle.
El señor pasó adelante; pero al salir de la plazoleta se detuvo junto a uno de los primeros árboles y acabó por sentarse en sus raíces salientes, guardando la escopeta entre las piernas. Un orgullo de viril soberbia invadía el alma de Febrer. Estaba satisfecho de su arrogancia.
Comenzó el acto: Villamelón seguía indigestado; Currita, emberrenchinada y con el rabillo del ojo alerta; Leopoldina, que era, en efecto, aficionada e inteligente, sin perder una nota, y el tío Frasquito, que allí se había quedado, muy satisfecho por hallarse al lado de Leopoldina, una de las sobrinas espurias a que más predilección mostraba, por su allure varonil y decidida y sus excéntricas genialidades.
El silencio impuesto por la llegada de don Silvestre y su amigo, volvió á alterarse en breve, en cuanto el último, siempre propenso á gozar con tales cuadros, se mostró muy satisfecho en medio de la concurrencia, y le dirigió algunas palabras en son de broma.
No satisfecho el gobierno de la capacidad de los hombres de la provincia para desempeñar cargo tan importante, mandó traer de Buenos Aires el año 1815 un sujeto que reuniese, a una instrucción competente, mucha moralidad.
Se había terciado la capa, tomando un aire de majo galante, satisfecho de detener en la calle más céntrica, a la vista de todos, a una mujer que tal escándalo promovía. Marquesa, ya no, hijo contestó ella con gracioso ceceo. Ahora crío cerdos... y muchas gracias.
Su talento, sin embargo, no estaba satisfecho con las cadenas que su razón le presentaba, y para cultivarlo con más libertad lo empleó en la composición de sainetes, género literario sin importancia alguna, y que por lo mismo se encontraba fuera del alcance de los críticos intolerantes, que creían rebajarse tratando de él y dictándole reglas.
Era la fuerza de los talleres que salía al aire libre; los músculos se movían por su cuenta, a su gusto, libres de la monotonía de la faena rutinaria. Cada cual, además, sin darse cuenta de ello, estaba satisfecho de haber hecho algo útil, de haber trabajado.
Este cuarto está hecho una leonera me dijo. ¿Qué quiere usted? en este país... Y quedó muy satisfecho de la excusa que a su natural descuido había encontrado.
Plan general de gobierno, acomodado a las circunstancias de estos pueblos Paréceme, amigo mío, habrá quedado satisfecho el deseo de usted con las noticias que le doy en la primera parte de esta memoria.
Palabra del Dia
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