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Aun vive, rico y estimado; suelo encontrármele en el casino, en el paseo, en los teatros; pasa cerca de y no se digna saludarme; no olvida ni quiere olvidar que yo le sustituí en el escritorio del señor Fernández. Repito que muy pronto fueron muy buenos amigos míos los demás empleados. En ellos tuve siempre auxiliares y consejeros.

Dispuso con un ademán de los suyos que me sentara en el centro del sofá, y senteme allí. Delante del sofá, a sus dos extremos y mirándose frente a frente, había dos butacas. La mujer se sentó en la una y el marido en la otra. Colocados así los tres, el espectro estaba a mi derecha. »El bueno de don Santiago había estado muy afable y cortés conmigo... y también un poco desconcertado al saludarme.

Como no encontrase allí ni noticias del mío, ordené a mi infantil escudero siguiese adelante, para esperarme en Manzanos, primer punto de la sabana, mientras yo conversaba un rato con algunos distinguidos caballeros de la localidad que habían venido a saludarme. Cuando seguí viaje, sentía un frío intenso. Agua Larga tiene reputación de ser el sitio más glacial de la montaña.

«No pasa día sin que tropiece en la calle con personas, que ni siquiera se cuidan de saludarme, porque creen haberme pagado bien con su dinero, y sin embargo, a haberlas yo abandonado, ahora reposarían para siempre en el fondo del sepulcro, en vez de pasear a la luz del sol... ¡Y yo, que he sabido combatir a la muerte y llegar a humillarla en pro de seres extraños y hasta desconocidos para , tendré que sucumbir forzosamente ahora que lucho por la vida de mi hija, que es mi propia existencia!

Un año después, al encontrarme en la calle, miraron a todos lados antes de saludarme. Ahora me ven y vuelven la cara siempre que pueden... ¡Lo mismo que si fuesen mallorquines! ¡Casarse!... Esto era para toda la vida.