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Actualizado: 10 de mayo de 2025
El Lucero botaba, corría como si en vez de dos cuerpos robustos llevase sobre el lomo un hacecillo de paja. Y resoplando furiosamente parecía decirles: «No tengáis cuidado, queridos, que por mí no quedará!» Nadie parecía por la desierta carretera. Los árboles, las granjas, las ventas quedaban atrás, como si no valiesen nada, como si no significasen nada para aquel potro valeroso.
La mesa está puesta, y entre el husmillo de una sabrosa sopa de anguila, queda todo en silencio, ese gran silencio de los apetitos robustos, que solamente interrumpe el feroz gruñir de los perros lamiendo a tientas sus cazuelas delante de la puerta. La velada no se prolongará mucho. Ya no quedamos junto al fuego, que también parpadea, más que el guarda y yo.
Contuvo una sonrisa al estirar sus robustos miembros. Cuando, desde la víspera por la tarde, había aspirado sin tregua a encontrase con ella, se sentía invadido, en el momento de volver a verla, por una especie de aprensión singular.
Vino entonces mi casamiento, tan lleno de esperanzas para mí. Me creí reconciliado con el amor del terruño y con la paz de mi valle; restauré esta casa, soñando vivir siempre en ella en idílicos goces; evoqué la visión de unos hijos robustos y de una patriarcal vejez...: ¡sueño fué todo! Desperté de él con la esposa muerta entre los brazos.
Pongo yo poco empeño en la propagación de esas desgraciadas víctimas del apetito humano. En general, yo prefiero la agricultura, y sólo cuido con esmero a los animales que ayudan al hombre en los rudos y santos trabajos del campo. Así, los bueyes que hay en el pueblo son quizás los más robustos y los mejores del rumbo, porque son también los mejor cuidados.
En condiciones tales hacían una vida soportable, casi feliz podría decirse, sólo turbada por aquella cólera fatal, que se encendía y arrojaba llamas por el menor motivo, y que daba a la pacífica mujer muchas horas de pesar. Pero jamás vertió ella tantas lágrimas como el día que la desgracia se cernió sobre sus hijos. Habían nacido de esa unión tres vástagos, tres varones lindos y robustos.
Uno y otro descubrían una fuerza y una juventud iguales; uno y otro, robustos y llenos de energía, se lanzaban con ímpetu a la vida. Vaya dijo sonriendo Delaberge, he aquí al menos un punto acerca del cual nos hemos de entender muy fácilmente... En el terreno jurídico podremos combatirnos, siempre con armas corteses; pero hasta entonces firmemos una tregua,... ¿Quiere usted?
Tus nobles hijos al mirar su busto Del polvo alzaron la humillada sien, Y levantaron con robustos hombros El ara santa de ochocientos diez. «Venganza al pueblo!» prorrumpieron todos «Palmas al mártir que murió con fé! «Gloria al que caiga en medio del combate! «Gloria á los hijos de ochocientos diez!»
Los robustos arcos que la sostienen descansan en columnas de fustes y capiteles desiguales, romanos unos, árabes otros. La pintura de la bóveda, casi del todo destruida, representaba la bajada del Espíritu Santo en lenguas de fuego.
El dinero se gasta desatinadamente en sostener ejércitos inmensos, y los hombres más robustos, jóvenes y fuertes de Europa, apartados de todo trabajo útil, están siempre con las armas en la mano, acechándose, espiándose y amenazándose. Cierto que la Economía Política y el libro maravilloso de Adam Smith no han puesto remedio a tanto mal.
Palabra del Dia
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