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Actualizado: 17 de julio de 2025
Había caído durante la noche una suave lluvia de verano, refrescando los campos y limpiando de polvo los caminos. Las altas montañas estaban encaperuzadas de niebla, dejando ver en sus pendientes, por entre los rasguños del vapor, la nota blanca de los caseríos y las manchas cobrizas de los robledales.
Prestándome gustoso a todo lo que Neluco me había recomendado y continuaba recomendándome para entretener las horas sobrantes del día y de la noche, visité una por una mis haciendas, mis prados, mis heredades, mis castañeras y robledales, mis casas, mis aparcerías de ganados; estudié con verdadero afán de penetrarle hasta el fondo, el organismo, como decía Neluco, «de los tratos y contratos de mi tío y sus aparceros y colonos», donde estaba la enjundia del gran espíritu de este hombre benemérito que, sin políticas bullangueras y perturbadoras, había logrado resolver prácticamente, y por la sola virtud de los impulsos de su corazón generoso y profundamente cristiano, un problema social que dan por insoluble los «pensadores» de los grandes centros civilizados, y tiene en perpetua hostilidad a los pobres y a los ricos.
Después de servirse un espléndido buffet, los novios partieron a su rica posesión de los Robledales, en Aragón». Y quien habla de las golondrinas claro está que se refiere igualmente a toda la caterva de pájaros que habían sentado sus reales tanto en las huertas de Nieva como en los inmensos pinares que bordaban las orillas de su ría.
Así que logró remediar el percance, hizo trotar a su mula, y no se oyó en el camino más voz que la del nordeste, que allá a lo lejos, sacudiendo castañares y robledales, remedaba majestuosa sinfonía. Amortiguada la primera impresión, no se atrevía Julián a interrogar a Nucha sobre lo que había visto. Hasta recelaba ir al cuarto de la señorita. Algún fundamento tenía este recelo.
Desde ese observatorio prosiguió entusiasmándose , tendría usted a la espalda las rocas siempre nevadas en que vive a sus anchas la gamuza; más abajo el verde obscuro de los robledales junto al claro de las hayas... en fin, el oasis lebaniense donde la vid y el olivo vegetan como en Andalucía, como en Rioja y Aragón, cuyas cumbres pudo divisar por el otro lado siguiendo la ondulante marcha del Ebro.
Palabra del Dia
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