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Actualizado: 23 de junio de 2025
Gastaba lo preciso y de mes en mes su fortuna aumentaba, sabe Dios cuánto. Debía de ser muy rica, pero muy rica, porque él veía que Torquemada le llevaba resmas de billetes. En cuanto a su hermano Juan Pablo, ya se sabía a ciencia cierta que estaba con los carlistas, y si estos triunfaban, ocuparía una posición muy alta.
Entre tanto, la fundadora, a pesar de su mucha prisa, entablaba una rápida conversación con D. José. «¿No tiene usted ya nada que hacer en casa?». Absolutamente nada, señora. Ya están desmentidas las últimas resmas. Pensaba yo ahora irme a dar una vuelta y a tomar el aire. Le conviene a usted el ejercicio... perfectamente.
A un extremo los cuadernillos apilados formaban compactas resmas blancas; a otro las mismas resmas ya con bordes negros, convertidas en papel de luto. Ido extendía sobre el tablero los pliegos de papel abiertos. Una muchacha, que debía de ser Rosita, contaba los pliegos ya enlutados y formaba los cuadernillos. Nicanora pidió permiso a las señoras para seguir trabajando.
Lo compraba por resmas en un almacén de la calle de las Infantas. El dueño de este almacén solía decir burlando que la señora de Escudero le consumía tanto como una imprenta. Otro de los asuntos que dio origen a algunos disturbios domésticos que hubieran degenerado en graves conflagraciones si uno de los bandos no hubiese operado una prudente retirada, fue el de las invitaciones.
Porque ¡válgame el de los cielos! ¡Cómo estaba también de libros fuera de sus estantes, y de resmas de periódicos, y de fajos de papeles, y de montones de revistas, y de huesos fósiles, y de candilejas y «escudillas» romanas, y de bronces herrumbrosos, y de ejemplares de panojas de muchas castas, en las sillas, por los suelos, en la mesa de escribir y creo que hasta en el aire!
Sobre mi mesa de trabajo había una montaña de resmas de papel manuscrito. Nunca la miraba con orgullo; por lo común evitaba fijarme en ella muy de cerca, y así pasaba cada día de las ilusiones de la víspera. Desde el siguiente al de mi resolución suprema me hice justicia: leí al azar múltiples fragmentos; un marcado sabor de mediocridad me revolvió el corazón.
Pero también, ¡cuántas resmas y resmas de otros manuscritos, llenos, no de las fastidiosas fórmulas oficiales, sino de los pensamientos de una clara inteligencia y de las ricas efusiones de un corazón sensible, han ido á parar igualmente al olvido más completo!
Palabra del Dia
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