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Actualizado: 21 de septiembre de 2025


Volvió a encontrar a los hombres negros que hacían carbón. ¡Bonas tardes tenguin! Contestaron a su saludo, pero en sus ojos de extraordinaria blancura sobre el rostro tiznado creyó notar Febrer algo de burla hostil, de repulsiva extrañeza, como si fuese él de otra casta, como si hubiera cometido un acto inaudito que le colocaba fuera para siempre de la comunidad humana de la isla.

Y todo eso con sólo agarrar la campanilla y hacer «tilín-tín». Yo no soy un bárbaro: comprendo la repugnancia de un caballejo en asesinar a un semejante suyo; la sangre ensucia vergonzosamente los puños de la camisa, y siempre es repulsiva la agonía de un cuerpo humano.

Los principales cabecillas del complot se dieron cita para una conferencia secreta que tendría lugar aquella noche en el salón interior de la Fontana, á las nueve, y se despidieron para retirarse, quedando allí Aldama y el Doctrino. Cuando se vieron solos, llamaron á Elías que apareció con cara de júbilo, la cual en aquel hombre era la cara más diabólica y repulsiva del mundo.

Pero á pesar de lo poco escrupulosos que eran, no podían llegar sino á unas cuantas varas de distancia de ella. Allí se detenían, merced á la especie de fuerza repulsiva de la repugnancia que les inspiraba el místico símbolo.

Fabrice procuró en vano hacerle comprender que el arte de ninguna manera consiste en servilmente copiar a la naturaleza, la que en misma es inerte y muda, sino en reflejar sobre ella las ideas que su contemplación sugiere a nuestra mente, prestándole un algo de esa alma que nosotros poseemos y de que ella carece; pero Calvat al oír tan exactos y atinados razonamientos, rompía en indignación, apostrofando a su cuñado de ser pintor de damiselas, de paisajista de corte, enviándolo por fin a esa repulsiva fosa común del ya difunto idealismo, es decir, la Academia.

Al oírle disertar extensamente, unas veces sobre la fuerza repulsiva del sol, otras sobre el radiómetro, ahora sobre el estómago de las plantas, más tarde acerca de la organización y las costumbres de los coleópteros, quedó vivamente asombrado. Adolfo Moreno era un ingenio universal.

Mas no podía esconder un brillo frío y siniestro de la mirada, antipático como él solo; en aquel brillo y en la expresión repulsiva que le acompañaba, se había convertido el misterioso fulgor de aquellos ojos que habían cantado, a la guitarra, varios parientes de la enfermucha mujer, nerviosa, irascible.

Palabra del Dia

passaro

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