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Los azucareros, notables por la extraordinaria belleza de su plumaje que varía entre rojo, púrpura y los distintos matices del verde y azul sobre el fondo obscuro aterciopelado de la pluma pequeña que le cubre el cuerpo. Reptiles Especie numerosísima y prodigiosamente variada. Entre éstas hay algunas que reportan al hombre gran utilidad.

También afuera las mulas habían sido enganchadas a los largos trenes de vagonetes. Veíaselas pasar arrastrando tierra inútil para verterla en los taludes, o mineral para conducirlo al lavadero. Cruzábanse unos con otros aquellos largos reptiles, sin chocar nunca.

Al hablar de las torturas del infierno, era imposible no traer á la memoria los admirables versos del Dante en el Canto XXV de su poema, en que describe el suplicio de los ladrones, pintando á las culebras, devorando á aquellos, cambiando de forma y transformándose recíproca y sucesivamente unos y otros, ya en culebras ya en hombres, oprimidos por los anillos de los reptiles.

Pasamos muchas calles, muchas plazas, muchas travesías, muchas callejuelas, que no parecen de Paris, y al atravesar la calle del famoso y novelesco Temple, presenciamos, á despecho nuestro, una escena muy fea y muy repugnante. ¡El egoismo es la más voraz de todas las fieras, el más rastrero de todos los reptiles, el más asqueroso de todos los insectos!

5 Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en rapto de entendimiento una visión: un vaso, como un gran lienzo, que descendía, que por los cuatro cabos era bajado del cielo, y venía hasta . 6 En el cual cuando puse los ojos, consideré y vi animales terrestres de cuatro pies, y fieras, y reptiles, y aves del cielo. 7 Y una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come.

El enojo que la indigna gacetilla les produjo, se fué templando con la esperanza de aplastar muy pronto a los reptiles que la habían inspirado, o por lo menos darles algunos golpes formidables con el ariete del Duque.

Bajo los matorrales inmediatos sonaba un murmullo de vida comprimida y susurrante, igual á un revoloteo de insectos ó un arrastre de reptiles. Deben ser ratas pensó el ingeniero. Al extender, desperezándose, uno de sus brazos, dió contra los matorrales más próximos, é inmediatamente sonó bajo el ramaje un rumor medroso de fuga.

Tal vez se sometían voluntariamente á un turno; tal vez su vista sólo alcanzaba un poco más allá de sus tentáculos. El que estaba más próximo al vidrio se desdobló de pronto con la violencia de un muelle que se escapa, de un proyectil que hace explosión. Dió un salto, quedando pegado al suelo por una de sus patas y teniendo las otras en alto como un manojo de reptiles.

La soledad tantas veces deseada para su segunda visita le salió al encuentro. La ciudad muerta no tenía otros ruidos que el aleteo de los insectos sobre las plantas, que empezaba á vestir la primavera, y el correteo invisible de los reptiles bajo las capas de hiedra.

Mudaban de piel, como los reptiles; pero éstos, al ser cilíndricos, podían ejecutar la operación con la misma facilidad que una pierna que abandona su media.