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Actualizado: 14 de julio de 2025
Mientras duró la comida no dejó de reirse a su costa con aquella ruidosa y cordial alegría que le caracterizaba. ¿Vuestra majestad no quiere un poco de chorizo? decía dirigiéndose a su esposa. Y luego, regocijado por su frase, soltaba una larga y sonora carcajada, como las que debían lanzar los reyes bárbaros en sus festines, sacudiendo su enorme tórax con temerosas convulsiones.
Marcelo pudo ver cómo el cándido estudiante que hacía llamamientos á la paz con una gravedad sacerdotal rodaba envuelto en su estandarte bajo el regocijado pateo de los zuavos. Y no se enteró de más, pues le alcanzaron varios correazos, una cuchillada leve en un hombro, y tuvo que correr lo mismo que los otros.
Yo tenía noticia, por mi padre, de lo regocijado y expansivo de su carácter cuando no le daba por ponerse hecho un erizo y hacer andar a todos en un pie; pero no creí, vistas sus cartas y su lacia catadura, que le quedara en el cuerpo tanto acopio de aquellos ingredientes retozones.
Añadíanse interesantes comentarios: que en Aldeacorba se creyó por un momento que don Francisco Penáguilas había perdido la razón; que D. Manuel Penáguilas pensaba celebrar el regocijado suceso dando un banquete a todos cuantos trabajaban en las minas, y finalmente, que D. Teodoro era digno de que todos los ciegos habidos y por haber le pusieran en las niñas de sus ojos.
Tenéis un amigo muy regocijado dijo Dorotea... ¡Oh! ¡sí! contestó el joven, que aunque no era novicio, sentía remordimientos por aquella especie de infidelidad que hacía á su dama, y estaba contrariado. Si no fuese por su lengua... añadió Dorotea. ¡Oh! ¡sí! respondió Montiño. ¿Pero no coméis? dijo la joven, que empezaba á sentirse preocupada. Perdonad, señora, pero... ¿Pero qué?...
Los vecinos de Vegalora y la Segada, en el espacio de cuarenta ó cincuenta años, habían visto correr el río por casi toda la superficie del valle. Á pesar de esto, al poco tiempo de haber dejado el agua un sitio cualquiera, ya brotaba allí una vegetación briosa, y el valle continuaba siempre pintoresco y regocijado como pocos.
La he visto entrar cautelosamente en su camarote, como una gata estremecida, y llegar después de ella al barón belga... Y el otro busca que busca. ¡Lo más divertido!... Pero ¿qué tiene usted? ¿Por qué esta triste?... Fernando experimentó un deseo egoísta de comunicar su desaliento y su amargura a este amigo regocijado. Soy un miserable que siente asco de sí mismo. Un verdadero miserable.
No sostengo sino que mañana a las siete estaré en el bosque de Bolonia, avenida de la Muette, con un testigo, y armas. ¡Hasta mañana! Mejor hasta la noche; pues hoy es jueves, día de recepción en casa de Antoñita, y por nada me privaría de verla. Está bien; a la noche la veremos, y mañana nos veremos. Dicho esto, Amaury se alejó furioso y regocijado al mismo tiempo.
Palabra del Dia
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