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Actualizado: 8 de noviembre de 2025
La igualdad del terreno, que es perfectamente plano para el viajero, y la multitud de puentes secos, tunels y bosques de pinos en todo el trayecto, no permiten registrar de lejos el inmenso panorama de Lóndres.
Derrumba sus puentes, ahonda su lecho, cambia de sitio sus corrientes y remolinos, nivela sus cascadas, arrasa las partes de la orilla que se oponían á su marcha y vacía profundas grutas en los basamentos de las rocas.
Dicha carretera pasa por el Donon, a dos leguas de aquí, a la derecha. Lo primero que hay que hacer es fortificarse allí poderosamente, en el sitio más adecuado para la defensa, es decir, en la meseta, y cortar la carretera, destruyendo los puentes y llenándola de obstáculos. Varios centenares de árboles grandes, atravesados en un camino con sus ramas y hojas, valen como murallas.
Pensó en los cementerios de su América, verdes, rumorosos, abundantes en flores y mariposas, verdaderos jardines que sirven de lugar de cita á los enamorados y asoman sus tumbas entre frescas arboledas al borde de riachuelos que se deslizan bajo puentes rústicos.
El puente por do pasan los pastores es tal que nunca se ha visto el cartón tan semejante á la piedra; al contrario de lo que pasa en muchas obras de nuestros ingenieros modernos, los cuales hacen puentes de piedra que parecen de cartón.
Y cosa extraña y que entristece! esos admirables puentes colgantes no son otra cosa que plagios fecundos que el ingeniero de Europa hace de los puentes que nuestros indígenas inventaron hace siglos.
Comunicábanse con la orilla por medio de puentes móviles, bajo los cuales, atadas a aquella selva de estacas, se balanceaban en el agua gran número de barcas apareadas hechas de troncos de árboles ahuecados, y provistas de un puente de unión, de palos y de velas. Los papúes atravesaron los puentes y entraron en la aldea a los gritos de júbilo de sus habitantes.
Pero los mas grandiosos monumentos de Friburgo, los que revelan el espíritu de la época, son sus dos puentes colgantes, gigantescos en todo, que dominan los abismos del Sarina y su afluente vecino.
Un rico que gustaba de mezclarse con la gente pobre; no como los otros señores, que sólo se dejaban ver en los balconajes de los puentes para echar una mirada de lástima, huyendo apenas se volvían hacia ellos algunas cabezas, cual si no quisieran concederles ni el goce de la curiosidad.
Las fiestas de noche que allí se dan en medio del incendio de luces con que brillan, semejan un cuento de hadas: sus orquestas y teatros, entre los que ocupa el primer lugar el llamado de las flores, por serlo así en realidad: sus canales y puentes, sus montañitas y cascadas, le convierten en un jardin encantador.
Palabra del Dia
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