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Los vientos se estremecían en los bosques o gruñían en los abismos, y en voz impetuosa se confundían en las profundidades de la montaña, con el sonido grave del toque a rebato, el tumulto de la cascada y el estruendo del trueno.

Allá en las profundidades de su sér, ocupado con actividad extraordinaria en coordinar la legión de pensamientos majestuosos que pronto habían de verter sus labios; y de consiguiente ni veía, ni oía, ni tenía idea de nada de lo que le rodeaba; pero la parte espiritual se apoderó de aquella débil fábrica y la arrastró consigo adelante, inconscientemente, y convertida también en espíritu.

Ester se había amaestrado por largo tiempo en el arte de sufrir en silencio: jamás respondía á estos ataques, sino con el rubor que irresistiblemente enrojecía su pálida mejilla y después desaparecía en las profundidades de su alma.

. Me preguntais qué es el alma separada del cuerpo, qué sentirá de , qué conocerá de , cuando se hallará sola. ¿Acaso en la actualidad no siente y no conoce sola? ¿Acaso los órganos de que se vale, sienten ni piensan? ¿Sabe por ventura de qué manera se sirve de ellos, ni sabria que se sirve de ellos, sino por la experiencia? ¿No se halla sola en las profundidades de su actividad, con sus pensamientos, con sus actos de voluntad, con sus sentimientos, con su alegría, con su tristeza, con sus placeres, con sus dolores?

Con objeto de recoger hasta la última gota del precioso líquido, los ingenieros cavan á lo lejos las rocas para sorprender en su curso el pequeño hilo de agua que corre por las hendiduras interiores y el escape de vapor que sube desde las ocultas profundidades.

La muchedumbre era cada vez más numerosa en torno de su cuerpo y en las profundidades del bosque. El zumbido de sus palabras y sus gritos iba en aumento. Se presentía la llegada incesante de nuevos grupos. Por entre los cuatro aeroplanos inmóviles al extremo de sus cables volaban otros completamente libres, que se complacían en pasar y repasar sobre la nariz del prisionero.

El pobre anciano no podía gritar, ni desprenderse de aquella tenaza, ni siquiera encomendarse a Dios, porque había en su mente una perturbación horrible y se volvía tonto. La imagen infernal no sólo le atenazaba sino que se le llevaba consigo, empujándole a profundidades negras abiertas por el delirio y pobladas de feos demonios.

Las porpitas y los velelos tienen tan poco temor al Océano que, pudiendo sobrenadar siempre que les plazca, hacen esfuerzos para hundirse, y cuando se desencadena la borrasca, escóndense en las profundidades del mar. No acontece lo mismo con la pobre medusa, que ha de resguardarse de la playa al mismo tiempo que de la tempestad.

La propia Dolly estaba dispuesta a guardar silencio durante un tiempo, porque aquellas palabras brotaban de las profundidades de su sencilla creencia y estaba ansiosa por saber si producirían en Silas el efecto deseado. Este estaba confuso e inquieto, porque aquellas palabras de Dolly de que «la niña no había sido bautizada» no tenían sentido claro para él.

¡Y qué! ¡ellos han analizado el corazón del hombre, han sondado todas sus profundidades, han estudiado todos los movimientos y no han presentido siquiera una sola de esas ocasiones para las cuales la religión había inventado los claustros!