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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Apeámonos en una posada y, al apearnos, me advirtió con grandes voces que hiciese un ángulo obtuso con las piernas, y que, reduciéndolas a líneas paralelas, me pusiese perpendicular en el suelo. El huésped me vio reír y se rió. Preguntóme si era indio aquel caballero, que hablaba de aquella suerte. Pensé con esto perder el juicio.
¿Y los otros? pregunté a Neluco en cuanto dio fin a su relato . ¿Qué ha sido de ellos? ¿De quiénes? preguntóme él a su vez. De los dueños de la casa respondí ; mejor dicho de los ex-dueños, de los dos perdularios que se la vendieron al tabernero por un pellejo de vino. Pues de esos ilustres vástagos de los Gómez de Pomar no sé nada cierto a la hora presente.
Yo no le entendí lo que me dijo y luego temí lo que era, porque más desatinado hombre no ha nacido de las mujeres. Preguntóme si iba a Madrid por línea recta o si iba por camino circunflejo. Yo, aunque no lo entendí, le dije que circunflejo. Preguntóme cúya era la espada que llevaba al lado.
Tenía yo un tío en México bastante acomodado, el cual me colocó en una tienda de ropas; pero notando algunos meses después de mi llegada que aquella ocupación me repugnaba sobre manera, y que me consagraba con más gusto a la lectura, sacrificando a esta inclinación aun las horas de reposo, preguntóme un día si no me sentía yo con más vocación para los estudios.
Digo que él salía de San Sebastián. Le vi venir de allá, mirando al reloj de Canseco. Yo estaba en la tienda. El tendero salió a saludarle. D. Carlos me vio; hablamos... ¿Y qué te dijo? Cuéntame qué te dijo. ¡Ah!... Me dijo, me dijo... Preguntome por la señora y por los niños.
Levántele, y díjome: "No tomé bien el medio de proporción para hacer la circunferencia al subir." Yo no entendí lo que me dijo, y luego temí lo que era, porque más desatinado hombre no ha nacido de las mujeres. Preguntóme si iba a Madrid por línea recta, o si iba por camino circunflejo. Y yo, aunque no le entendí, le dije que circunflejo.
Cuando llegué estaba en su sano juicio. ¡Preguntome por ti con un interés...! Dijo que te quería más que a nadie, y que en cuantito que entrara en el Cielo, le iba a pedir al Señor que te hiciera feliz. Yo, francamente, al oír esto, vi que estaba fatal, y Severiana me dijo que anoche creyeron por dos o tres veces que se les quedaba en las manos.
Pues, estando en tal aflición, cual plega al Señor librar della a todo fiel cristiano, y sin saber darme consejo, viéndome ir de mal en peor, un día que el cuitado ruin y lacerado de mi amo había ido fuera del lugar, llegóse acaso a mi puerta un calderero, el cual yo creo que fue ángel enviado a mí por la mano de Dios en aquel hábito. Preguntóme si tenía algo que adobar.
Preguntóme luego con no ménos amor, si sabia porque estaba allí. Respondí al varon santo, que sin duda por mis pecados. Eso es, hijo mió: ¿pero por qué pecados? habladme sin rezelo. Por mas que me mataba, no atinaba, hasta que la caridad del piadoso inquisidor me dió alguna luz.
El huésped, que me vio reír y le vio, preguntóme que si era indio aquel caballero, que hablaba de aquella suerte. Pensé con esto perder el juicio. Llegóse luego al güésped, y díjole: -Señor, déme dos asadores para dos o tres ángulos, que al momento se los volveré. ¡Jesús! -dijo el huésped-, déme V. Md. acá los ángulos, que mi mujer los asará; aunque aves son que no las he oído nombrar.
Palabra del Dia
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