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Actualizado: 24 de junio de 2025
Llegose el portugués a Su Excelencia que efectivamente dormía, y díjole en su lengua: No haga caso Su Excelencia de que está en Junta, que es llegado el momento de hablar. Soñaba a la sazón Su Excelencia que se le venían encima todos los ejércitos de la reina, y volviendo en sí de su pesadilla con dificultad: ¿Hablo yo? dijo; vamos a ver.
Conveniente es, sin duda, hablar de Gil Vicente, poeta portugués, al escribir la historia del teatro español, no sólo por la influencia que sus composiciones dramáticas, escritas para su país natal, tuvieron en el desarrollo del arte de esta nación vecina, sino también por las que escribió en castellano, de nuestra propia y peculiar incumbencia.
Los de los censores me hacen el mismo efecto que le hacían al portugués los del casteçao. El cuento es harto sabido para repetirlo. Esto sería no escribir para nadie.
Dice así: «Ni mi fortuna muda, Ver en tres lustros de mi edad primera Con la espada desnuda Al bravo portugués en la Tercera, Ni después, en las naves españolas, Del mar inglés los puertos y las olas.» La nimia precisión con que se expresa este poeta español, hablando de aquel tiempo, nos inclinaría acaso á interpretar las palabras tres lustros por quince años, y así se ha hecho, en efecto.
Yo me limitaré a decir, aunque se me tilde de poco patriótico, que prefiero el toreo portugués al castellano.
Y cuando las ventanas de un lado quedaban libres de este testigo azul, las del lado opuesto estaban invariablemente ocupadas por él. Ojeda vio correr ante su mesa, con angustiosa premura, a una señora pálida que se llevaba un pañuelo a la boca. Luego pasó tras ella, apoyada en el brazo de un doméstico, una dama sexagenaria que hablaba en portugués con voz doliente.
Doval, jefe de policía de Barcelona, quien, para sondear a los detenidos en el Manuel Calvo, proponía que se introdujeran entre ellos, fingiéndose rusos, cinco o seis policías españoles. Yo no creo que un policía español pueda fingirse ni siquiera portugués. Decirle que se finja ruso a un policía que gana diez pesetas diarias es algo así como decirle que se finja gran filósofo.
El primero que caía era mi señor hermano, por ladronazo y sin entrañas; ¡qué bala más bien puesta y más merecida! luego mi sobrino Jacintito, por botarate y sinvergüenza, y ese portugués, que se me figura un lagartón de marca mayor. ¡Y tantos otros! a éste quiero, a éste no quiero ¡zás! ¡zás! ¡zás! ¡Qué limpia más necesaria y más útil!
El portugués dice que el suyo es un loco rematado, que sólo piensa en componer versos y canciones, con las cuales fastidia á todos, sin acordarse de otra cosa.
Nuestra persuasión, por tanto, de no haberse ajustado el portugués á otros escritos semejantes, indígenas de la Península transpirenáica, es ahora la misma que antes. Para formar una idea de estos autos, haremos un extracto del argumento del que lleva por título Mofina Méndez.
Palabra del Dia
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