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Actualizado: 16 de junio de 2025


¡Tonterías! respondió Ben-Tovit con acento burlón . ¡Si posee, en efecto, el don de curar, que me cure a el dolor de muelas! Y tras un corto silencio añadió: ¡Dios mío, qué polvareda han levantado! ¡Ni que fueran un rebaño! Debían de echarlos a palos. ¡Llévame abajo, Sara! Su mujer tenía razón. El espectáculo le había distraído un poco, o quizá el estiércol pulverizado le había aliviado.

Ese mismo Almanzor, cuya imaginacion embargaban sin cesar sus espediciones militares, apenas sabia guardar para otra que para los laureles que recogia entre la polvareda del combate: te acariciaba al volver de sus audaces correrías como un cazador á su perro de caza, como un soldado á su corcel de guerra. Córdoba, Córdoba, ¿cómo no se cerraron entonces tus heridas?

No se renuncia porque la fortuna haya favorecido a un tirano durante largos y pesados años; la fortuna es ciega, y un día que no acierte a encontrar a su favorito entre el humo denso y la polvareda sofocante de los combates, ¡adiós, tirano!; ¡adiós, tiranía!

Como lo había previsto Núñez, levantó polvareda y produjo indignación. Aun los mismos enemigos de Rojas censuraron con acritud la conducta de Tristán. Al cabo se trataba de un anciano cubierto de laureles. Nadie menos que él, su protegido y discípulo, tenía derecho a escribir semejantes artículos.

No lo dijo a tonto ni a sordo, luego lo tomé a destajo; fuíle sirviendo con picantes que llamaban a gran priesa; era el vino suavísimo; la copa, grande, iba menudeando de polvillo en polvillo, se levantó una polvareda de la maldición.

Una o dos veces por semana venían a visitar a su prima Beatriz, llegando por los caminos como demonios a todo lo que daban sus rocines, y seguidos, de muy lejos, por un ayo que taloneaba rabiosamente la mula entre la blanca polvareda.

Y la polvareda que había visto la levantaban dos grandes manadas de ovejas y carneros que, por aquel mesmo camino, de dos diferentes partes venían, las cuales, con el polvo, no se echaron de ver hasta que llegaron cerca. Y con tanto ahínco afirmaba don Quijote que eran ejércitos, que Sancho lo vino a creer y a decirle: -Señor, ¿pues qué hemos de hacer nosotros?

Mas he aquí que esta patente economía, en vez de satisfacer a los socios, les disgusta y levanta polvareda; los viejos se pusieron inmediatamente enfrente del audaz reformador y algunos jóvenes también. ¿Para qué sirven esas economías? ¿Para traer más libros? Demasiados hay en la biblioteca.

Cuando entrábamos en esta villa al caer de la tarde, distinguimos a lo lejos una gran polvareda, levantada al parecer por la marcha de un ejército, y dejando los perezosos carros, entramos a pie en el pueblo para llegar más pronto, y saber qué tropas eran aquéllas y adónde iban.

El zapicano ejército venia Con trompas y bocinas resonando; Al sol la polvareda obscurecia, La tierra del tropel est

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