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Paréceme que se les podrían dar de aquí adelante 80 ducados, que es al respeto que van moderados los demás.

Pues ó he perdido la memoria y el tiento, ó todo junto decía Quevedo , ó se encaminan á la portería de Damas; paréceme que se paran: ¡adelante y chito! suena una llave, se abre una puerta, entran... ¡ah! esa momentánea luz... el cuarto de la reina... ¿será posible? ¿me habré yo engañado pensando bien de una mujer? Merecido lo tendría. ¿Pero quién va? Había oído pasos Quevedo.

¿Y cómo olvidaros, si creo que por haberos tratado en mi niñez se me han pegado vuestras picardías? Yo no soy pícaro, y si lo soy, soy pícaro á sueldo. Tanto monta, que nadie hace picardías al aire. ¿Pero dónde vivís? Paréceme de que me lleváis por las escaleras de las cocinas. Así es la verdad, hermano Quevedo; he visto cuanto podía ver, y á mi mechinal me vuelvo. Pues sígoos. En buen hora sea.

Pues esto es peor, mucho peor dijo Quevedo ; paréceme que en esto andan mis enemigos y que perderme quieren; achacaránme resistencia á la justicia, embrollaránme el proceso y bien podrá ser que algo más que negro me sobrevenga.

Su padre, el irreprochable Goro, la tomó de la mano y le dijo: Paréceme, Demetria, que llegó la hora de decirte algunas palabras instruídas; porque la sabiduría, no lo olvides, hija, es la mejor cosecha que un hombre puede recoger. Vale más que el maíz y que el trigo y si es caso vale más que el mismo ganado.

Padre mio, le dixo Zadig, ¿qué quiere decir lo que estoy viendo? paréceme que no os semejais in nada á los demas: ¡robais una palangana de oro guarnecida de piedras preciosas á un señor que os hospeda con magnificencia, y se la dais á un avariento que indignamente os trata!

No obstante, le aconsejaré un tratamiento que se aplica a todo, incluso las enfermedades de la imaginación, que conozco muy mal: higiene. Paréceme que le iría bien el uso de ideas justas, sentimientos lógicos, afecciones posibles; en una palabra, empleo juicioso de las fuerzas y de las actividades de la vida.

España está en manos de bandidos; en nada se repara; artes del diablo se ponen en uso y lo mismo se derrama la sangre de los hombres para cualquier enredo villano, que agua de lavadero. Malhayan de Dios los reyes tontos, que dan ocasión á la soberbia y á la codicia de los pícaros. ¿Pero quiénes serán éstos? Paréceme que andan en litera. En efecto, sonaba una llave en la portezuela. Esta se abrió.

Iba vestida con la mayor humildad... dirás como yo, ¿y el abrigo de terciopelo?... ¿y el sombrerito?... ¿y las turquesas?... Paréceme que me dijo Joaquín que aún llevaba las turquesas... No, no, no dijo esto, porque si las hubiera llevado, no las habría visto.

Por eso hago bien en no querer. Persuadir ahora de las ventajas que me trae el no escribir para otro, y el alabar constantemente cuanto veo, paréceme un tanto inútil.