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Quiroga atraviesa la Pampa con trescientos adictos, arrebatados los más de ellos al brazo de la justicia, por el mismo camino que veinte años antes, cuando sólo era gaucho malo, ha huído de Buenos Aires desertando las filas de los arribeños.

Es Salustio, el pintor del Africa y del desierto» . Y en la reticencia de su orgullo, eso quiere decir: «Es Sarmiento el pintor de la América y de la Pampa», o bien: «lo que han de ver en él los argentinos es sólo «un libro pintoresco»; libro inmortal e imaginario, y no la verdadera historia de un caudillo cuya obra real fué tan efímera, y cuya belleza legendaria sobrevive, precisamente, gracias a estas páginas perdurables.

Bajo un clima benigno, señora de la navegación de cien ríos que fluyen a sus pies, reclinada muellemente sobre un inmenso territorio y con trece provincias interiores que no conocen otra salida para sus productos, fuera ya la Babilonia americana si el espíritu de la pampa no hubiese soplado sobre ella y si no ahogase en sus fuentes el tributo de riqueza que los ríos y las provincias tienen que llevarla siempre.

Una vez que se desciende completamente á la llanura, el terreno, sin ninguna de esas inflexiones que lo hacen pintoresco, no es mas que una pampa de cereales casi totalmente desierta.

Desde este momento nada quedaba que hacer para los tímidos, sino taparse los oídos y cerrar los ojos. Los demás vuelan a las armas por todas partes; el tropel de los caballos hace retemblar la Pampa, y el cañón enseña su negra boca a la entrada de las ciudades. Me es preciso dejar a Buenos Aires para volver al fondo de las demás provincias a ver lo que en ellas se prepara.

A sus lamentos, acudieron Pampa y la genovesa... En el comedor, la tía Silda echó sobre los hombros de don Pablo el sobretodo, le puso el sombrero de través, y le dió el bastón, por la contera.

Desgraciadamente, en esta casita de la calle de Moreno, en cuyo umbral se había sentado Pampa, no se veía tras los visillos más que la figura acartonada de misia Casilda, en las tardes de los días festivos... La calle, con ser central y la hora temprana, estaba desierta; el frío era crudísimo.

Lo que por ahora interesa conocer, es que los progresos de la civilización se acumulan en Buenos Aires sólo; la pampa es un malísimo conductor para llevarla y distribuirla en las provincias, y ya veremos lo que de aquí resulta.

Tal es la práctica de los que atraviesan la pampa para salvarse de los incendios del pasto.

Y derrepente, cual gigante inmenso A quien dormido ataran al cordel, Despertaste rompiendo tus cadenas Como en el dia de ochocientos diez. Quien alza el grito? preguntó el tirano, Y trueno sordo retumbó á sus piés, Y la corneta contestó en la Pampa: «Yo soy el pueblo de ochocientos diez