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Más adelante se queja con frecuencia de la conducta del público, y de la dificultad de que haga justicia, y más particularmente de los asistentes al patio, á los cuales, aludiéndose á la soldadesca grosera y alborotadora de aquella época, se les puso el nombre de mosqueteros por los escándalos y la algazara, con que expresaban su desagrado á los actores y á las comedias.

Lo levantó con un cuerno, arrojándolo a algunos pasos de distancia tras breve zarandeo, y quiso volver sobre él por tercera vez. La muchedumbre, aturdida por la velocidad con que había ocurrido todo esto, permanecía silenciosa, con el pecho oprimido. ¡Lo iba a matar! ¡Tal vez lo había matado ya!... De pronto, un alarido de todo el público rompió este silencio angustioso.

Había pasado bastante tiempo para que el público diese al olvido las manchas que empañaron el antes limpio cristal de la reputación de su novia. ¡Bendito olvido, que es la moneda falsa del perdón, y corre de mano en mano produciendo admirables efectos!

El público de aquellos días no estaba formado de groseros ignorantes, sino en su mayoría de personas, cuya educación había carecido de los muchos medios de auxilio que poseemos ahora.

Usa Valencia otros modos En castigar renegados, No en publico condenados, Mueran á tosigo todos. Mas un moro viene aca, No estemos juntos aqui, Saavedra por alli, Yo y Sebastian por aca. Entranse. Salen AURELIO y IZUF. Trescientos escudos , Aurelio, por la doncella, Y estos al turco, que á ella Alma y vida le rendí, Y es poco, segun es bella.

El público se agolpaba junto al mostrador, y charlaba, comiendo y bebiendo. Los rostros melancólicos que se veían a veces no turbaban la alegría general: al contrario, son precisos con harta frecuencia para hacer más pintorescos el cuadro, sobre todo en lugares donde se representan dramas.

El 5 de abril la Junta de Representantes, en cumplimiento de lo estipulado, elige gobernador de Buenos Aires por cinco años al general don Juan Manuel Rosas, Héroe del Desierto, Ilustre Restaurador de las Leyes, Depositario de la Suma del Poder Público.

Cuando el templo estuvo convenientemente decorado, y las sacerdotisas bien vestidas, y el ambigú rumbosamente surtido, por consejo de personas conocedoras de las aficiones más exigentes de la buena sociedad, y las invitaciones repartidas, El Ariete publicó la siguiente noticia: «En conformidad con lo que dijimos en nuestro número del tantos, en la Crónica de salones, esta noche inaugurarán los suyos los señores de los Peñascales.

Extendió la muleta, quedando plantado ante el animal, pero a alguna distancia, no como otras veces, en las que enardecía al público tendiendo el trapo rojo casi en el hocico. Notose en el silencio de la plaza un movimiento de extrañeza, pero nadie dijo nada.

Hasta aquí la nota del señor deán, escrita con desenfado íntimo, como para él solo, pues bien ajeno estaba el pobre de que yo había de jugarle la mala pasada de darla al público. Sigamos ahora la narración.