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Actualizado: 14 de junio de 2025


Desde que empezó a enriquecerse de veras este insigne villavejano, amparó rumbosamente a la familia que le quedaba aquí, su madre y una hermana, ésta casada con un labrador del barrio de la Aldea donde ellos vivían y eran labradores también.

El marqués le admiraba y se dormía en la confianza que tenía en él, y hasta la marquesa le distinguía con inusitados testimonios de su aprecio. Tanto, que cuando el administrador insinuó sus deseos de casarse con la doncella más mimadita de la casa, no solamente lo aplaudió aquella señora, sino que dotó rumbosamente a la novia y fue su madrina de casamiento.

Los días de toros baratos la obsequiaba rumbosamente antes de ir a la plaza, ofreciéndola unas cañas de manzanilla en La Campana o un café en la plaza Nueva. Este tiempo feliz no era ya mas que un pálido y grato recuerdo en la memoria de la pobre mujer.

Ya en la corte, puso a su hija en un buen colegio, con promesa de no sacarla de él mientras no estuviera completamente instruida en cuanto podía saber la señorita más encopetada; y con este fin, pagó rumbosamente, por adelantado, las estancias de un año, y prometió hacer lo mismo en los sucesivos.

Cuando el templo estuvo convenientemente decorado, y las sacerdotisas bien vestidas, y el ambigú rumbosamente surtido, por consejo de personas conocedoras de las aficiones más exigentes de la buena sociedad, y las invitaciones repartidas, El Ariete publicó la siguiente noticia: «En conformidad con lo que dijimos en nuestro número del tantos, en la Crónica de salones, esta noche inaugurarán los suyos los señores de los Peñascales.

Cree en el progreso moral de los pueblos; pero bajo la dirección paternal de los gobiernos, y con el esfuerzo... de los años. En cuanto al progreso material, le protege rumbosamente; pero alrededor de su casa, como, en su concepto, debe hacer todo ciudadano, a fin de que el progreso llegue a sentirse y a palparse en todas partes.

Pues con decirte que estos seis retratos le costaron a mi padre cuarenta duros y el hospedaje del pintor, que todavía se consideraba rumbosamente pagado, te digo cuanto hay que decir sobre el mérito de su pincel. Y este señor del pelucón y casaca bordada, ¿quién es? preguntó Nieves.

»No habrá usted olvidado lo que pasó con aquel señor catalán que estuvo aquí no hace mucho con el intento de establecer una fábrica de salazón y de escabeches, trayendo, para surtirla de pescado, una escuadrilla de lanchas bien tripuladas, y contratando rumbosamente las tres que aún había en el puerto.

Palabra del Dia

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