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Actualizado: 3 de julio de 2025
Y en el tono con que dijo estas palabras latían una expresión de odio y un deseo de venganza que impresionaron á los dos oyentes. Aunque Inglaterra nos ataque prosiguió Hartrott , no por esto dejaremos de vencer. Este adversario no es más temible que los otros. Hace un siglo que reina sobre el mundo.
Con semejante tenor de vida, es muy probable que el ilustre filósofo habia sabido enlazar la intensidad con la flexibilidad de la atencion, y que no seria tan delicado en la materia como Kant, de quien se dice, que el solo desarreglo ó cambio de un boton en uno de sus oyentes era capaz de hacerle perder el hilo del discurso.
El pueblo ha llegado tras largas sugestiones á desear vivamente, con razón ó sin ella, la ... desaparición de esos hombres. Bien: conduzcamos al pueblo al logro de su deseo. El pueblo lo quiere, cúmplase la voluntad nacional. Después de estas irrisorias y diabólicas palabras, el Doctrino se detuvo para leer el efecto de su exposición en las caras de los oyentes.
Los tres oyentes asintieron, reconciliados de pronto con él. ¡Estos hombres de pluma!... ¡Qué simpáticos cuando no se metían en negocios!...
Alborotóse el senado de los oyentes, huyóse el mono por los tejados de la ventana, temió el primo, acobardóse el paje, y hasta el mesmo Sancho Panza tuvo pavor grandísimo, porque, como él juró después de pasada la borrasca, jamás había visto a su señor con tan desatinada cólera.
Miráronse los oyentes unos a, otros, y los monosílabos de aquiescencia y de admiración corrieron de boca en boca, demostrando la prontitud con que aquellas juveniles inteligencias desplegaban sus alas, aún entumecidas y vacilantes, para intentar describir los primeros círculos en el espacio del pensamiento.
Recordaba entonces la costumbre de un doctor ortodoxo, insigne filósofo persa contemporáneo, mencionada en un libro reciente escrito sobre aquel país; costumbre que consistía en castigar con duras palabras a los discípulos y oyentes cuando se reían de las lecciones o no las entendían; y, si esto no bastaba, descender de la cátedra sable en mano y dar a todos una paliza.
Después de comer, o sea a la una de la tarde, me pongo a leer y coser, y después doy lectura al Evangelio meditado, teniendo a mis criados por oyentes. Ya anochecido, voy a la iglesia; la oscuridad parece que ayuda al recogimiento y a la piedad. De esta manera paso la vida mientras mi marido se halla ausente. Mis hijas y yo iremos pronto a tomar el fresco por las orillas del bosque.
El amable Abu-el-Casín empuñó a cuatro de estos buenos amigos y los puso en camino de la Alcazaba, y él se fué a la academia, en donde disputaban muchos sabios sobre gramática, filosofía, dialéctica y otras ciencias. ¿Quién es aquel buen amigo? dijo el agradable Abu-el-Casín, viendo a uno que en un ancho cerco de oyentes hablaba y gesticulaba con tanta fe como placer propio.
El contagio de la rebelión se apoderaba de algunos oyentes. Marcos López, cura de Santo Tomé, aseguraba que Santiago Apóstol se le había aparecido una noche diciéndole que, si la nobleza castellana no volvía por el respeto de sus fueros, España estaba perdida.
Palabra del Dia
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