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Actualizado: 23 de junio de 2025


Observaba Orellana cuidadosamente sus movimientos, y certificado que no podia resistir al enemigo en la campaña, determinó defenderse dentro de la villa, y esperar en ella al enemigo.

El mismo Orellana determinó pasar al tercer dia con sus tropas á impedir en parte, si le era posible, tantos horrores; pero volvió penetrado de dolor á vista del lastimoso espectáculo que halló por calles y plazas, y de la funesta idea que presentaba toda la poblacion reducida á cenizas: y solo tuvo ocasion de reconocer el acierto con que el celo de D. Pedro Claveran habia trasladado dias antes á Puno mas de 240 quintales de azogue y papeles importantes de S.M., que se hallaban en las reales cajas, que tambien se envolvieron en el incendio general del pueblo.

En este aprieto determinó Orellana por último recurso, despachar un extraordinario al corregidor de Arequipa, pidiendo le auxiliase con gente, víveres y municiones, á cuya práctica no dieron lugar las ocurrencias posteriores.

Todas estas circunstancias agitaban el corazon de Orellana, pero al propio tiempo le afirmaban en su determinacion, deseoso de evitar tan lamentables y extraordinarios males. Lleno, pues, de estos pensamientos, y de amor y celo por los intereses de S.M., no dudó un instante sacrificarse en su servicio.

Tan grande era la solicitud con que trabajaban los indios, que todo se levantaba, como por encanto, en las nuevos pueblos formados por tribus que hablaban diferentes dialectos. Poco mas ó ménos hácia esta época los PP. Antonio Orellana y José de Vega emprendieron una peregrinacion por órden del Superior de la hermandad, subiendo por el pais de los Yuracarees, desde Moxos hasta Cochabamba.

Reunidas, pues, la fuerzas en la capital de Lampa, y nombrado por comandante de todas ellas D. Francisco Dávila, oficial que habia sido de marina, se deliberó que D. Antonio de Orellana marchase con su gente al pueblo de Ayabirí, para reforzar aquel importante puesto que se reputaba como frontera: pero á las dos jornadas recibió órden de retroceder, juntamente con 100 hombres mas que conducia á sus órdenes, como efectivamente lo verificó, restituyéndose otra vez á Lampa.

A los quince días de instalarse Doña Francisca en la calle de Orellana, juzgó la mandona que más eficaz sería su poder y mejor gobernada estaría la familia viviendo todos juntos: general y subalternos.

Para formarse una idea de aquel tejido vigoroso de troncos, parásitos, lianas, enredaderas, todo ese mundo anónimo que brota del suelo de los trópicos con la misma profusión que los pensamientos e ideas confusas en un cerebro bajo la acción del opio, es necesario traer a la memoria, no ya los bosques seculares del Paraguay o del Norte de la Argentina, no ya la India misma con sus eternas galas, sino aquellas riberas estupendas del Amazonas, que los compañeros de Orellana miraban estupefactos como el reflejo de otro mundo desconocido a los sentidos humanos.

Estas dificultades y embarazos encendieron el corazon de Orellana, y resuelto á seguir la propia suerte que tuviesen los moradores de la villa de Pune, volvió á ella lleno de constancia, decidido á defenderla hasta el último término.

Las órdenes superiores de los gefes de aquel vireinato, cuya atencion llamaban las operaciones y aprestos que se prevenian en el Cuzco, frustraron la solicitud de Orellana, y D. Baltazar Semanat, corregidor de Arequipa, se negó enteramente á sus instancias y pretensiones.

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