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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Mi yerno me ha dicho qué tiene usted buen fondo y clara inteligencia, aunque ofuscada por desvaríos y falsas apreciaciones de la vida. Si usted lograra ver cada cosa como es realmente, estábamos de la otra parte. Conque... ánimo. Y para concluir: sé que tiene usted un hermanito que es una alhaja.
Ocupaban en ese momento la cima de la loma, como esa mañana. Sobre el cielo pálido y frío, sus siluetas se destacaban en negro, en mansa y cabizbaja pareja, el malacara delante, el alazán detrás. La atmósfera, ofuscada durante el día por la excesiva luz del sol, adquiría a esa hora crepuscular una transparencia casi fúnebre.
Tampoco fue lo grave la estocada porque pusiera en riesgo de muerte al príncipe ruso, pues no llegó tan adentro «la acerada punta», sino por el ruido que hizo y lo que dio que hablar a las gentes, y que temer a la impávida Leticia, y que hacer a la misma Verónica para ayudar a su amiga a convencer al subsecretario de que ciertos sucesos, aunque se vean con los ojos y se palpen con las manos, no son lo que aparentan, sino quimeras de la imaginación ofuscada.
Puede ser aturdida, imprevisora, gozar sin medida de los dones con que Dios nos ha favorecido, vivir ofuscada sin el pensamiento del pecado... Pero la juventud no tiene derecho a jugar con nuestra salvación eterna, con la vida y con la muerte. La Santa Iglesia Católica tiene sus ministros encargados de velar por la fe.
El menor ruido me hacía temblar, el grito de un pájaro casi me hizo desvanecer de angustia. ¡Oh! tenía en mi pecho la salvación de mi hija y estaba todavía en poder de mis tiranos. No podía permanecer en aquella dolorosa perplejidad, y quizá, ofuscada hasta la locura, por un ruido en el corredor, iba a precipitarme hacia el vacío, cuando se me ocurrió una idea salvadora.
María Teresa, muy ofuscada por las palabras de Diana, se quedó atrás, queriendo disimular la pena que tan pérfida insinuación le había causado. No era la primera vez que la joven se apercibía de la envidia de su prima y de su solicitud en decirle cosas desagradables bajo el falso aspecto de cordialidad.
Y sólo nuestro ardor se interrumpía cuando ya en el azul se desleía la dorada sonrisa de la luna. En una vega ubérrima y tranquila, bajo el quemante ardor de un sol de estío, sonoro y riente se desliza el río desde el lago de Bay hasta Manila. Bruñe la faz de su caudal bravío brillante luz que todo refocila, y se entorna ofuscada la pupila al contemplar tan fulgido atavío.
Creía estar soñando. «¿Es realidad? ¿Es ilusión?» decía para sí . «Si no fuera por el testimonio irrecusable de ese par de botas, tan mías y tan ajenas a mí como las excrecencias callosas de mis pies; si no fuera por ese hecho flagrante que me pone en contacto con la realidad objetiva, creería que lo visto y oído eran entelequias de mi razón adormecida y ofuscada.
Palabra del Dia
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