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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
Hermosa edad replicó el pintor, que dibujaba al amparo de la amplia pantalla de su lámpara. Es, en efecto, una hermosa edad continuó el señor de Pierrepont ; es la edad en que el hombre se halla en la plenitud de sus facultades, pero es al mismo tiempo una hora crítica, una hora decisiva en la vida y sobre todo en la vida de un ocioso, de un simple dilettante como yo.
Y oyendo esto, sopesaba la dama en su mente las dificultades del caso, más graves entonces que lo habían sido en otros análogos. Ocioso es decir, pues ciertas cosas se dicen por sí mismas, que el apoderado de Milagros no llevó a Rosalía el 4 ni el 5, ni ningún otro día de Agosto lo que aquella le había prometido. De Cándida no debía esperar más que fantasías. ¿A quién volver los ojos?
Entonces nadie dudará que el trabajo que V. S. quiere hacer, ó por mejor decir, quiere haga yo y mis subalternos, resultará bien ocioso: debiendose notar, que dicho entonces no está léjos, y que mientras tanto no creo haya necesidad para nuestro gobierno de que sepamos mas de lo que sabemos; y aunque concibamos algunas utilidades en lo que V. S. propone, no merecen los costos.
La extraordinaria facilidad, con que las componía, no le dejó permanecer ocioso en sus años juveniles, y la multitud de sus obras dramáticas casi nos obliga á creer que, en el primer período de su vida, compuso también algunas. Su poderoso influjo en el teatro español parece haber comenzado hacia el año 1588.
Ningún amigo íntimo tenía en Santiago don Pedro, aunque sí varios conocidos, ganados en el paseo, en casa de su tío o en el Casino, donde solía ir mañana y noche, a fuer de buen español ocioso. Allí se le embromaba mucho con su prima, comentándose también la desatinada pasión de Carmen por el estudiante y su continuo atalayar en la galería, con el adorador apostado enfrente.
El viajero, abismado en sus reflexiones en medio de aquella multitud inmensa, cuyo rasgo característico es el de ofrecer siempre el aspecto del ocioso que corre en pos del placer y no del que marcha en busca del trabajo, había acabado por sacar una carterita de piel de Rusia y puéstose a ajustar en ella enmarañadas cuentas.
El coche se detuvo en este momento y Marenval pensó: "Ya no es tiempo de retroceder; me he empeñado á mí mismo mi palabra. Vamos á ver qué piensa Tragomer de las noticias que le traigo." Descendió de la berlina y entró en la casa. El aliado de Marenval, por su parte, no había permanecido ocioso. En cuanto volvió de su viaje al rededor del mundo se ocupó en los cuidados de su nueva instalación.
Cafés y restoranes cerraban sus puertas poco después de ponerse el sol, para evitar las tertulias del gentío ocioso, que comenta, critica y se indigna.
Ya en el año 1621 había compuesto 300, y sin duda no permaneció ocioso en los restantes veintisiete años de su vida, aunque proporcionalmente sólo pocas hayan llegado hasta nosotros.
Ana se vio en su tocador en una soledad que la asustaba y daba frío.... ¡Un hijo, un hijo hubiera puesto fin a tanta angustia, en todas aquellas luchas de su espíritu ocioso, que buscaba fuera del centro natural de la vida, fuera del hogar, pábulo para el afán de amor, objeto para la sed de sacrificios!...
Palabra del Dia
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