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Actualizado: 19 de noviembre de 2025


que mueve á Catulo, entre los brazos de Lesbia, cubriéndola de besos, en noches consagradas al amor, á pensar en aquella perpetua noche que tenemos que dormir todos, Nox est perpetua una dormienda;

Cuando ella volvía a hablarle de aburrimiento, del dolor del hastío, de la estupidez del agua cayendo sin cesar, él repetía: «A la iglesia, hija mía, a la iglesia; no a rezar; a estarse allí, a soñar allí, a pensar allí oyendo la música del órgano y de nuestra excelente capilla, oliendo el incienso del altar mayor, sintiendo el calor de los cirios, viendo cuanto allí brilla y se mueve, contemplando las altas bóvedas, los pilares esbeltos, las pinturas suaves y misteriosamente poéticas de los cristales de colores...». Poca gracia le hacía a don Fermín esta retórica a lo Chateaubriand; siempre había creído que recomendar la religión por su hermosura exterior, era ofender la santidad del dogma, pero sabía hacer de tripas corazón y amoldarse a las circunstancias.

El hombre que se mueve en estas escenas, se siente asaltado de temores e incertidumbres fantásticas, de sueños que le preocupan despierto.

-De donde nace que, cuando vemos alguna persona bien aderezada, y con ricos vestidos compuesta, y con pompa de criados, parece que por fuerza nos mueve y convida a que la tengamos respeto, puesto que la memoria en aquel instante nos represente alguna bajeza en que vimos a la tal persona; la cual inominia, ahora sea de pobreza o de linaje, como ya pasó, no es, y sólo es lo que vemos presente.

A mi ver, es idea en extremo poética e ingeniosa la de que los átomos, impulsados por el prurito de vivir que los mueve, lleguen a producir la vida; y que, una vez la vida creada, se vaya hermoseando, completando y perfeccionando cada vez más.

Gertrudis abre los brazos, una sonrisa de dulce beatitud pasa por su rostro, y se mueve su cabeza como diciendo: «¡Dios mío! ¿qué más puede sucederEntonces la molinera siente de pronto una pasión misteriosa por el color verde, se oye resonar el coro en la floresta, aparece el fiero cazador. Gertrudis experimenta inquietud. ¿Qué viene a hacer ese aquí? murmura dando con el puño en la viga.

Y no perder tiempo, amigo Esteven; espero que me ayudará usted como siempre, pues el destierro al Frigal no es tan inminente, ¿verdad? Mientras yo esté en el Ministerio, no se mueve usted de la capital. Le necesito; es usted mi brazo derecho.

PANTOJA. Un deber con móviles terrenos y fines accidentales. El deber mío se mueve por una conciencia tan fuerte y dura como los ejes del Universo, y mis fines están tan altos que no los ves, ni podrás verlos nunca. MÁXIMO. Súbase usted tan alto como quiera. A lo más alto iré yo para decirle que no le temo, ni Electra tampoco. PANTOJA. Caprichudo es el hombre.

Allí cerca se mueve alguna gente: óyense, soplando el viento de mediodia, algunos martillazos que dobla el eco de los vecinos collados, y á poco aparecen clavados tambien otros dos cuerpos horriblemente mutilados.

La voz tenue del piano, tocado en sordina, atrajo la curiosidad de Isidro. Mire usted, Fernando. La alemana, la mujer del director de orquesta, que se aprovecha de que no hay gente en el salón. Cerca de ella está su niño... ¿Qué toca? ¿Wagner?... No; eso lo conozco; es de Schubert: El rey de los álamos. Vea cómo mueve la boca.

Palabra del Dia

vengado

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