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Actualizado: 21 de abril de 2025


Y ahora, si sus instrucciones se lo permiten, déjeme usted solo. ¡Buenas noches y gratos sueños! exclamó el rufián. La luz desapareció y el ruido de los cerrojos y después los sollozos del Rey. Se creía solo. ¿Quién podía oírle y mofarse de su llanto? No me atreví a hablarle. Podía escapársele una exclamación de sorpresa que nos vendiera.

Mirándolos, mi imaginación no podía menos de personalizarlos, y aun ahora me parece que los veo acercarse, desafiarse, orzar con ímpetu para descargar su andanada, lanzarse al abordaje con ademán provocativo, retroceder con ardiente coraje para tomar más fuerza, mofarse del enemigo, increparle; me parece que les veo expresar el dolor de la herida, o exhalar noblemente el gemido de la muerte, como el gladiador que no olvida el decoro de la agonía; me parece oír el rumor de las tripulaciones, como la voz que sale de un pecho irritado, a veces alarido de entusiasmo, a veces sordo mugido de desesperación, precursor de exterminio; ahora himno de júbilo que indica la victoria; después algazara rabiosa que se pierde en el espacio, haciendo lugar a un terrible silencio que anuncia la vergüenza de la derrota.

En los días siguientes, recorrió, sin descanso, yendo y viniendo, la calle de su amada. ¡Cuán terrible desengaño el que bajó hasta él desde las verdes celosías! No hay lenguaje más cruel para el enamorado que el de esas maderas cerradas sin piedad, y que parecen rechazar o mofarse en nombre de una mujer.

La base de su humorismo era aquella forma del pensamiento que los retóricos llaman ironía, y que consiste en expresar lo contrario de lo que se siente. Al mismo tiempo sabía dar cierta inflexión solemne a sus palabras y mantener su rostro en equilibrio para que la frase obtuviera el éxito apetecido. Gozaba en mofarse de todo el mundo, y principalmente de los pollastres enamorados.

Vea usted, por lo tanto, cómo me veo en la precisión de considerarle a usted mejor persona que Dios. Una ola de sangre subió al rostro del presbítero. El estupor, la indignación, le trabaron la lengua. Eso es mofarse indignamente de las cosas más santas articuló al fin. Me sorprende que habiendo usted recibido una educación cristiana haya llegado a tal extremo de impiedad.

A veces parece querer zaherir aquello que adora; pero en realidad no hace más que mofarse de lo que es realmente pedantesco. Entonces no; sus burlas no perdonaban ni la verdad misma, ni la ciencia adorada.

Palabra del Dia

culparíamos

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