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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Las procesiones de penitencia á la Cruz del Campo, nota gráfica de la España de los siglos XVI y XVII, merecían ser descritas muy al pormenor, ya que el pincel de un artista lo trasladó al lienzo en un curioso é interesante cuadro que conservaba en su palacio de San Telmo el duque de Montpensier.
A sus oídos llegaban, por boca de los criados, muchas frases lisonjeras, que merecían sus virtudes a los sacerdotes más venerables y a las almas más piadosas de la población, y percibiendo en ellas cierto sabor dulce, les prohibió que se las repitiesen.
Pero comprendí que estos amigos y estas amantes no merecían ni aun los honores de la farsa. Acabé por hastiarme y pensé en el suicidio. El hastío es la modorra del espíritu, su condensación, su no hay más allá; su mortaja, su ataúd, su pulvis es. Un hombre hastiado es un muerto que anda; un muerto que en vez de apestar a los vivos es apestado por ellos. Me decidí por el suicidio.
Máximo a su hermano. 26 de noviembre. La he visto y no ha querido decir nada, valiéndose de subterfugios y afirmando que había querido castigarme por el abandono en que la tenía y que había hecho mal de tomar en serio unas bromas que no merecían ese honor. ¿Me afirma usted, señora, que no había en sus palabras ningún doble sentido ofensivo para mí o para mi prometida?
A esto le respondió el cura que no sólo no se cansaban en oírle, sino que les daba mucho gusto las menudencias que contaba, por ser tales, que merecían no pasarse en silencio, y la mesma atención que lo principal del cuento.
Verdad es que D. Acisclo le agasajó y trató a cuerpo de rey, sentándole a su mesa todo el tiempo que tardó en pintarlos, lo cual fue obra de cinco meses, y luego, al partir, le hizo presente de mil chucherías, como, por ejemplo, de un pipotillo con aguardiente de doble anís, de orejones secos y de alfajores y piñonate. Los retratos lo merecían por lo parecidos. No les faltaba más que hablar.
La guerra es la guerra: nada de piedad con unos adversarios que no la merecían. Los franceses fusilaban á los prisioneros y sus mujeres sacaban los ojos á los heridos. Cada vivienda equivalía á un antro de asechanzas. El alemán sencillo é inocente que penetraba solo iba á una muerte segura.
Pero nadie osó realizar los proyectos de cencerrada y otras bromas molestas con que algunos intentaron obsequiarles. Merecían respeto: eran los industriales más importantes del barrio, y habían hecho bien uniéndose en una sola razón social. Maltrana y el señor Manolo, en fuerza de oír hablar al Mosco de sus expediciones nocturnas, sintieron el deseo de asistir a una de ellas. Una nada más, ¿eh?
Aquella noche quemó y abrasó el ama cuantos libros había en el corral y en toda la casa, y tales debieron de arder que merecían guardarse en perpetuos archivos; mas no lo permitió su suerte y la pereza del escrutiñador; y así, se cumplió el refrán en ellos de que pagan a las veces justos por pecadores.
La mayor parte de ellas eran frescas y robustas más que hermosas, pero algunas merecían el nombre de tales. Los movimientos eran vivos, sueltos, graciosos: el que más le agradó a Miguel fue uno que consistía en pegar los brazos al cuerpo y dar vueltas a la danza, saltando a pie juntillas. En torno de ellas había bastantes mirones, hombres y mujeres.
Palabra del Dia
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