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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Después de dar algunas profundas chupadas al cigarro, signo de intensa meditación, preguntó mirando á las vigas del techo: ¿Y de cuartos, nada? Ni un ochavo respondió Pepón poniéndose más serio que él, si cabe Telva tiene el dote en la cara. Hubo una pausa. Quino da otros cuantos chupetones al cigarro. Pues Martinán me da cuatro mil reales si caso con Eladia.
Al llegar la hora de retirarse y hacer la cuenta, Martinán decía sin vacilar: «Manuel tiene diez y siete; el tío Goro trece; Pepón treinta y cuatro, etc.» ¡Maravilloso cerebro que aun elevándose á las más altas esferas de la filosofía no abandonaba la inspiración matemática! En este momento se debatía la cuestión de las minas y del ferrocarril proyectado para extraer sus productos.
Tal mortal afortunado fué nuestro amigo Martinán. Este incansable polemista iba en camino recto de hacerse rico. El consumo de su taberna había crecido de modo tan prodigioso que ya no le bastaba el vino y aguardiente que por el puerto de San Isidro le traían los arrieros de León; él mismo se vió necesitado á hacer algunos viajes á Palencia y traer algunos carros bien cargados.
Recoger una idea vertida por cualquiera en la conversación, examinarla en todos sus aspectos, darle vueltas, tirarla al alto, jugar con ella á la pelota y luego arrojarla á las narices del que la había soltado, tal era el mayor, el único placer de su vida. Porque Martinán comía poco y sólo bebía por complacer á algún parroquiano que se empeñase en ello.
Apellidábala medio en serio medio en broma «estrella», «botón de rosa», «lucero», «clavel». De tal modo que la gente de la parroquia dió en llamar á esta desagradable mujeruca Clavel, y no se la conocía por otro nombre. «¿Cómo va Clavel?» le preguntaban los parroquianos á Martinán al entrar en la taberna. «Tan buena respondía. Allá está en la cocina amasando la torta.»
Martinán se había levantado aquel día muy de madrugada para ir á Cabañaquinta á comprar una vaca, había vuelto por la tarde bastante fatigado y se había tendido un poco á descansar en la cama. Pero no tardó mucho en levantarse. Se presentó desperezándose en la taberna cuando ésta hervía de parroquianos, los cuales le acogieron con algazara.
Por ausencia de Martinán estaba una noche Quino ayudando á Eladia en el despacho. Detrás del mostrador desatando los pellejos de vino y escanciando y cobrando semejaba ya el asociado afortunado del afortunado Martinán. La taberna estaba llena de paisanos y mineros.
Palabra del Dia
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