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Actualizado: 27 de junio de 2025
Sabed que los principios aplicados en mi construcción fueron caprichosos, y más caprichoso aún, el empeño de construirme sin gastar un solo maravedí y llevar á cabo su empeño.»
Cabal, cabal decía , nada he perdido; ni un maravedí; mi mujer no me ha engañado; había puesto á cubierto mi dinero, y el señor Gabriel Cornejo es un hombre de bien. Mis treinta mil ducados están aquí... completos, justos. Sólo he perdido el dinero que llevaba en el bolsillo y que me quitaron los alguaciles. Pero lo doy por bien empleado y más que hubiera sido.
A Salamanca se le pregunta: ¿cuánto tienes? Mira en torno suyo, hojea sus libros; y acaso responde: no tengo nada. Luego se concentra, registra su interior, busca en su fantasía, la encuentra sembrada de minas preciosas, halla riquezas inagotables, y responde: lo tengo todo. Es un hombre que lo tiene todo, no teniendo nada. Sin un maravedí, es un banquero como Rothschild.
Este don Lope, amigo Mercado, es el más valiente hombre del mundo, capaz de dar el último maravedí, como la última estocada, si aquél le obliga u éste le ofende. Y te digo esto para que moderes esa curiosa picazón que leo en tus ojos y que quisiera penetrar e insinuarse por los poros y resquicios de este cerrado billete; bien así como si fueses pegajosa humedad que todo lo traspasa.
Conforme á estos principios, nos habia de haber dexado el padre para acabar nuestro camino. ¿Con que no te queda nada, hermosa Cunegunda? Ni un maravedí, respondió esta. ¿Y qué nos harémos? exclamó Candido. Vendamos uno de los caballos, dixo la vieja; yo montaré á las ancas de el de la señorita, puesto que no me puedo sentar mas que sobre una nalga, y así llegarémos á Cadiz.
Conoció á Juan, y se hicieron los más grandes amigos del mundo. Don Francisco es un hombre que vale mucho, y que podrá servir de mucho á Juan. Y cuando Quevedo, que es un hombre que estrecha muy pocas manos de buena fe, distingue y ama y no muerde con su sangrienta burla á nuestro hijo, mucho debe éste de valer. »Allá te lo envío: sale de aquí sin un maravedí y sin una camisa.
En sueños, el avaro es generoso, y tal vez quien despierto no se desprende de un maravedí, para socorrer a un pordiosero, es capaz soñando de prodigar todas las riquezas de los Cresos y de los Fúcares. El cobarde puede soñar que es valiente. Hasta por lo mismo que despierto le humilla y le atormenta su incurable cobardía, en sueños se consuela creando y atribuyéndose el denuedo de que carece.
Palabra del Dia
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