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Y la Trascava observó la Nela, palideciendo es un murmullo, un , , ... A ratos oigo la voz de mi madre, que dice clarito: «Hija mía, ¡qué bien se está aquíEs tu imaginación. También la imaginación habla; me olvidé de decirlo. La mía a veces se pone tan parlanchina, que tengo que mandarla callar.

No le había dicho todavía a Elena que habían resuelto mandarla al convento. Tenía miedo de desgarrarle el corazón con aquella triste noticia. Por otra parte, tenía la esperanza de que con ayuda de Mathys conseguiría parar el golpe fatal que las amenazaba a las dos.

Mandarla pisar las calles de la corte, era, en su concepto, como decirla: «Métete en esa leonera; arrójate en esa lumbre». Se necesitaron heroicos esfuerzos de su tío y de las personas a quienes éste encomendó la ardua tarea de educarla hasta donde fuera posible, para que afinara, nada más que para que afinara, aquellas sus escabrosas ideas.

Obdulia no entraba en caja: era forzoso asistirla de medicamentos y caldos, pues los suegros se llamaban Andana, y no era cosa de mandarla al Hospital. Tenía, pues, sobre la heroica mujer carga demasiado fuerte; pero la soportaba, y seguía con tantas cruces a cuestas por la empinada senda, ansiosa de llegar, si no a la cumbre, a donde pudiera.

El marqués de * acaba de llegar de París, quería mandarla a limpiar, y no conociendo a ningún relojero en Madrid, le prometí enviársela al mío. Sigue. Pero mi suerte lo dispuso de otra manera: tenía yo aquel día un compromiso de honor; la baronesita y yo habíamos quedado en ir juntos a Chamartín a pasar un día; era imposible ir en su coche; es demasiado conocido... Adelante.

El general, que no tenía noticias muy exactas de lo que había sucedido a Santa Eulalia con Calfurniano, creyó buenamente que aquella mocosa quería burlarse y exclamó dando un tremendo puñetazo sobre la mesa: Oiga usted, señorita, ¿sabe usted con quién está hablando? ¿Sabe usted que soy el gobernador militar de la provincia y que nunca he tenido afición muy decidida a las bromas? ¿Sabe usted a lo que se expone al querer burlarse del respetabilísimo consejo de guerra que en este momento presido? ¿Sabe usted que me están dando intenciones de mandarla a usted a la cárcel y encerrarla en un calabozo y tenerla allí a pan y agua hasta que se pudra?... ¿Lo sabe usted, eh?..., ¿lo sabe usted?... ¿Eh?..., ¿eh?...