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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Felipe II terminó la obra, invirtiéndose en ella los cincuenta años trascurridos de 1534 á 1584, y trabajando allí los mas eminentes artistas, como Villalpando, Covarrubias y Juan de Herrera. En 1710 fue incendiado el admirable palacio-fortaleza por las tropas aliadas que luchaban contra Felipe V en la guerra de sucesion.
Dos jóvenes, representando al verano y al invierno, luchaban entre sí hasta que el último sucumbía. V. Grimms deutsche Mythologie, págs. 440 y siguientes. Gregorii M., Epístola ad Melitum Abbatem, in Gregorii; M. Opp., par. 2.795, fol. Tomo II, págs. 1.176 y 77. Gregorius, M. l. c.
El eco de la revolución inglesa vibraba aún en el mundo. Los monarcas querían ser amados, no temidos, y en casi todas las naciones luchaban con el embrutecimiento de las masas, imponiendo las reformas progresivas de real orden y casi por la fuerza. Pero el gran mal del sistema monárquico es la herencia, el poder vinculado en una familia.
Don Marcelo, que había considerado siempre con indiferencia á la religión, reconoció de pronto la necesidad de la fe. Quiso orar como los otros, con un rezo de intención vaga, indeterminada, comprendiendo en él á todos los seres que luchaban y morían por una tierra que él no había sabido defender.
No veían más que humo y rocas: ninguna voz humana, ninguna sombra: diríase que luchaban contra la montaña. ¡Vamos, Carolino! ¡Dónde está esa puntería, p ! gritó el cabo. En aquel momento un hombre apareció sobre una roca haciendo gestos con el fusil. ¡Fuego á ése! gritó el cabo lanzando una sucia blasfemia.
Se me representan los barcos, no como ciegas máquinas de guerra, obedientes al hombre, sino como verdaderos gigantes, seres vivos y monstruosos que luchaban por sí, poniendo en acción, como ágiles miembros, su velamen, y cual terribles armas, la poderosa artillería de sus costados.
Sitiadores y sitiados luchaban confundidos en el único punto del camino por donde podía escalarse la altura y allí acudieron, dando el ejemplo á sus soldados, los pocos nobles ingleses que rodeaban al barón.
Mas, en el instante de hacerlo, un travieso soplo de aire que le acechaba, giró en torbellino por la chimenea abajo, reanimando el hogar y despidiendo viva claridad, de la que huyó Federico como asustado. Sus compañeros le esperaban ya en el pinar. Dos de ellos luchaban para sujetar en la oscuridad un ser extrañamente disforme, el cual a medida que Federico se acercaba, fue delineando su figura.
Al cabo, mal de su grado, se vieron necesitados á replegarse, y volviendo la espalda, huyeron por la estrecha cañada sombreada de avellanos. Los de Lorío y Rivota los persiguieron largo trecho hasta los confines de la parroquia. Luego se volvieron apresuradamente para desbaratar á los que luchaban todavía en el pueblo.
Acudió luego á las súplicas, á los halagos, y obtuvo el mismo resultado. Una vez más tuvo ocasión de convencerse de la terquedad nativa de aquella mujer. Al fin la dejó marchar. Estaba cerrando la noche. La tienda se poblaba de sombras que luchaban con la escasa claridad que aún entraba por la puerta. Uceda metió la cabeza entre las manos y quedó meditando.
Palabra del Dia
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