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Actualizado: 12 de mayo de 2025
La ingratitud del terreno la suplen ventajosamente los vecinos de Lucban con su industria y trabajo, pues aunque el natural de esta provincia es laborioso, ninguno llega á aquellos; ellos van hasta Mambulao á cambiar sus productos por oro; van á Polillo por balate, concha y cera; en fin, son los chinos de la provincia, agenciando con el comercio lo que les niega la naturaleza.
A la Exposición de Filadelfia se mandaron varias clases de tejidos de fibras de diversas palmas, que de seguro llamarían la atención. La mujer que no teje, borda en oro, ó hace trabajos de abalorios, sedas, ó escamas de pescado. De estas últimas, adornadas de oro, regaló el pueblo de Lucban al general Alaminos en su visita del año de 1874, una preciosísima corona.
Pregunte V. á su amiga X ... y ella contará á V. la historia de El puente del suspiro. Diez minutos después de la anterior conversación, y bajo un cielo cubierto de pesados nubarrones, cosa habitual en los horizontes que cierran las elevadas cumbres del Banajao, cabalgaba camino del pintoresco pueblo de Lucban, donde vive mi amiga, en busca de la misteriosa historia de El puente del suspiro.
Hermoso cocal es ese dije á mi buen amigo A... con quien paseaba á caballo una tarde por el pintoresco y agreste camino que conduce al pueblo de Lucban.
Cuando llueve y hay que cerrar aquella, dejando caer las faldetas de los trapales, se asemeja á un ataúd más que á otra cosa. Esta lúgubre semejanza la han encontrado todos los que por primera vez han viajado de tal forma. Desde Sampaloc á Lucban el camino mejora notablemente, pudiéndose emplear el caballo. De Mauban á Lucban hay 25 km.
La primera noche que estuve en Lucban, fuí presentado en la casa de la capitana babae, ó sea la Reina de las taga-bayan, guapa mestiza china, de labios muy finos, mirada penetrante, conversación amena y sentimientos fríos y calculadores.
Taconeando como un húsar apareció la enviada en el dintel. Su larga falda, toda llena de barro, no estaba tan mustia como su cara. Todas la rodearon. ¿Qué hay? murmuraron los labios. ¡Qué no viene, que se vuelve desde Lucban! dijo con voz desfallecida la interrogada.
Á las seis de la tarde entramos en aquel pueblo por la calle de Majayjay, nombre que leímos en un tarjetón de madera clavado en la primera casa. Á los pocos minutos parábamos ante la maciza y claveteada puerta del convento. Lucban. Su origen. Situación. Mr. Jagor y Sir John Bowring en camino. Alturas inexploradas. Arroyos y torrentes. Amazonas tagalas. Datos estadísticos. Fechas imperecederas.
En conclusión, para que todos sean artistas en Lucban diré á ustedes que mi querido amigo Fr. Samuel Mena, su cura párroco, es entre otras cosas buenas, un excelente músico, y vean mis lectores cómo rodando rodando, hemos vuelto adonde partimos.
Semejante desnivel de temperatura en tan corto espacio, solo se explica por la grandísima altura que tiene Lucban con relación á Manila y por las continuas lluvias que mantienen una latente humedad en la atmósfera, refrescada por los Nortes y purificada por las azoadas emanaciones que recogen aquellos al recorrer las elevadas y espesas frondas del Banajao.
Palabra del Dia
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