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La Villasis la recibió en los suyos, estrechándola contra su corazón, besándola en la frente, hablándola al oído, con la voz suave y cariñosa con que se habla a un niño enfermo o desolado. Ella, sollozando sin cesar, repetía: ¿Y qué hago?... ¿Qué hago?... Irte. ¿Pero adónde?... A Lourdes... A esperar junto a la Virgen Santísima que pase la tormenta. Irá allí a buscarme...
Continuaba la gran batalla cerca de París. Tenían que improvisar alojamientos para la nueva remesa de carne destrozada. Desnoyers volvió á los jardines cercanos á la gruta. Su paseo era para entretener el tiempo. Pensaba regresar á Pau aquella noche: nada le quedaba que hacer en Lourdes. ¿Adonde dirigiría luego sus investigaciones?...
En ciertos momentos parecía este palacio del juego un balneario célebre, un Lourdes milagroso. Llegaban, como llegan los enfermos incurables á otros lugares, empujados por la esperanza; pero esta esperanza no era la de la salud, que les dejaba indiferentes.
Las iglesias afectan, en las frágiles escayolas que las decoran interiormente, el estilo adamado con pretensiones de elegante de la basílica de Lourdes. Hay, pues, en ellas una impresión de aseo y arreglo que encanta la vista, y una deplorable manera arquitectónica.
Atravesé el alegro valle de Argelés y la ciudad de Lourdes; admiré la deliciosa capilla de Nuestra Señora de Bétharram, y me dirigí a Pau, que me atraía por más de un concepto.
Palabra del Dia
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