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Actualizado: 9 de mayo de 2025


No llegaba dinero de allá, y los Bancos de París, con las cajas cerradas por el moratorium, facilitaban secretamente dinero á un millonario como el príncipe, pero no tanto como exigían sus necesidades.

Era tan insólito que un gallego se atreviese a bravear de exagerado y embustero delante de un andaluz, que éste, herido en su amor propio y en los fueros de su país, llegaba en ocasiones a enfadarse, dudando si Saleta era un tonto o por tales tenía a los que le escuchaban.

Y con todo, al capellán no le llegaba la camisa al cuerpo. ¡Si Nucha se enteraba! ¿Y quién duda que se enteraría en el momento menos pensado?

Después de tres días, como Medrano no llegaba, Ramiro resolvió continuar sin esperarle. Era una mañana esplendorosa de principios de mayo.

Mutileder llegaba a columbrar como probable que el Rey le hiciera buscar para entregarle a la muchacha, y hasta que quizá se allanase a ser padrino de la boda.

Cuando llegaba la época de la recolección, don Álvaro llamaba unos cuantos jornaleros para auxiliar á los criados.

Desde una eminencia cercana vieron los viajeros el pueblo de Horla, situado en el fondo de un valle y á cuyas primeras casas llegaba en aquel momento la vanguardia de las fuerzas de Morel.

Era la golosina entremezclada con nieve; y su aliento: ideal e inquietante, como el de las flores sobre la muerte. Ramiro llegaba siempre hasta Aixa con el mismo secreto de la primera vez. Todo se reproducía: el viaje, la venda, el silbido... Pero cierto día, comprendiendo lo que le importaba conocer el trayecto, sacó la daga, perforó con ella los cueros de la silla, y miró.

Era tan admirable su tino aritmético, que ni una sola vez pasó más allá de la indecisa raya que tan fácilmente traspasan los ricos; llegaba el fin de mes y siempre había un superávit con el cual ayudaba a ciertas empresas caritativas de que se hablará más adelante.

Eran tímidos y huraños con la gente que llegaba de aquella llanura, a la que volvían los ojos con cierto temor supersticioso, como si en ella residiese el misterio de la vida. Eran pedazos de naturaleza, de una existencia rudimentaria y monótana. Andaban y vivían como podrían hacerlo un árbol o una piedra animados de movimiento.

Palabra del Dia

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