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La santidad, una declarada locura. ¿Qué me dice usted de San Francisco de Asís abrazando y besando a los leprosos? ¿No es un caso de locura inmunda como la de esos desgraciados que suelen verse en las celdas de los manicomios gozando en revolcarse entre sus excrementos? ¿Qué opina usted de Santa Teresa de Jesús? ¿No le parece a usted increíble que haya aún quien tome en serio los desatinos que escribe?

Comprendí entonces por qué me perseguía la obesa fantasma del viejo letrado; y de sus labios cubiertos por los largos pelos blancos de su bigote, parecióme oir brotar esta acusación desolada: Yo no me lamento por , que estaba ya medio muerto; lloro por los tristes a quienes arruinaste, y que a estas horas, cuando vienes de dormir sobre el fresco seno de tus amantes, gimen de hambre, apiñados, para luchar con el frío, entre el grupo repugnante de leprosos y ladrones en la «Puerta de los Mendigos», ¡allá al pie de las terrazas del Templo del Cielo!

5 Los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados, y el evangelio es predicado a los pobres. 6 Y bienaventurado es el que no fuere escandalizado en . 8 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de delicados vestidos? 9 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Profeta? También os digo, y más que profeta.

La razón no me dice por qué es hermosa la puesta del sol en el mar. ¡Y sin embargo es hermosa! La razón no me dice por qué San Juan de Dios es sublime abrazándose a los leprosos. ¡Y sin embargo es sublime!... ¡Ah, ! Por encima de este vulgar conocimiento que me esclaviza a la materia hay otro que me emancipa.

24 Y dijo: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su tierra. 26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a Sarepta de Sidón, a una mujer viuda. 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; mas ninguno de ellos fue limpio, sino Naamán el sirio. 28 Entonces todos en la sinagoga fueron llenos de ira, oyendo estas cosas;

Los niños, muchos de los cuales estaban leprosos y en situación harto triste, fueron llevados por orden del veinticuatro á la Casa de la Doctrina, quedando disuelta la Asociación, y á los pocos días el alcalde Losa, se dirigió al Ayuntamiento con una enérgica solicitud clamando contra el atropello que en la benéfica Asociación se había cometido, y pidiendo que se disolvieran los niños y los objetos secuestrados.