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Actualizado: 5 de junio de 2025
Entre aquellas dos cumbres hay una villa edificada desde la más remota antigüedad. Nuestros viajeros no llegaron a ella. Detuviéronse dos kilómetros más atrás, en un burgo denominado Villalegre, donde los ingenieros y empleados habían situado su domicilio para sustraerse a las emanaciones mercuriales y sulfurosas que envenenan lentamente, no sólo a los mineros, sino a los vecinos de Riosa.
A unos diez kilómetros del puente de Lóndres, sobre la márgen del Támesis, se encuentra la pequeña pero muy visitada y graciosa ciudad de Greenwich, interesante por diversos motivos.
En el viejo mundo se creaban al principio las poblaciones, y después se construían para ellas los ferrocarriles. En esta tierra nueva ocurría lo contrario. Primeramente se habían tendido los rieles á través del desierto; después, de cincuenta en cincuenta kilómetros, se creaba una estación, formándose un pueblo en torno á ella.
Como nuestro planeta la recorre en el intervalo de un año, esto es, de 365 días y cuarto, ó mejor dicho, de 31,557,600 segundos, es fácil calcular el camino que nuestro globo recorre en el corto intervalo de un segundo; hállanse 29 kilómetros y medio poco más ó menos por segundo, velocidad 60 veces superior á la de una bala de cañón al salir del arma.
Mientras se apoyaba en ellas para alzarse, ¿qué iba a hacer Tristán sino besarlas con transporte? En efecto, fue lo que hizo. Montaron de nuevo, pusieron los caballos al galope para salvar los tres kilómetros que aún restaban antes de llegar a casa.
Y sin embargo, esto no tiene nada de grandioso dijo Isidro . Es una ciudad vulgar. Si no fuese por el río, la fachada resultaría fea... Pero se presiente que detrás de la fila de edificios que distinguimos, y que es como el testero de la ciudad, existen kilómetros y kilómetros de tierra cubiertos de viviendas. No se ve la grandeza, pero se adivina.
Es punto importantísimo para cuantas operaciones se emprendan sobre la laguna, con la que se comunica directamente por un camino que tiene cerca de 50 kilómetros de desarrollo, terminando en la ranchería de Ganasi.
Y al conocer la existencia de cañones que tiraban a más de cien kilómetros, quedó desconcertado. «¡Qué tiempos! ¡qué guerra esta!» Cuando le consultaban las señoras en el Casino ó en el Hotel de París, mostraba un optimismo inquebrantable ante las malas noticias. Eso no es nada: va á venir la reacción. Los nuestros se retiran para tomar mejor la ofensiva.
Cuando emprendía una excursión por camino desconocido, contaba los pasos, aunque hubiese medidas oficiales, porque no se fiaba de los kilómetros del Gobierno. Contaba los pasos y los millares los señalaba con piedras menudas que metía en los bolsillos de la americana. Llegaba a casa y descargaba sobre una mesa aquellos sacos para contar más satisfecho las piedras miliarias.
Toda la vida del país estaba reconcentrada en la ancha hendidura abierta por las aguas que forma la línea fronteriza entre la Pampa y la Patagonia. Las dos cintas de terreno de sus orillas representaban miles de kilómetros de suelo fértil aportado por el río en su viaje de los Andes al mar.
Palabra del Dia
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