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Hay datos, no obstante, para creer que el distinguido jurisconsulto no llegó a tierra con suficiente oportunidad. La señorita de Mory se creyó bastante vengada de las muchas molestias que su inflexible lógica le había ocasionado.

Durante los dos primeros tercios del siglo XIX apenas hubo, en nuestro país, político, jurisconsulto ni personaje notable en otras profesiones, que no empezase por componer versos y que a menudo no siguiese componiéndolos durante toda su vida.

Desde el día en que entré a servir al jurisconsulto me propuse vivir aislado, lejos de los chismes villaverdinos que ya comenzaban a disgustarme, así es que a las horas de descanso me encerraba en casa, a leer o a conversar con Angelina, y únicamente los domingos por la tarde me echaba a vagar por los callejones, o me iba a pasar dos o tres horas en las orillas del Pedregoso o en las verdes laderas del Escobillar, de donde volvía cargado de helechos y flores campesinas.

En todo el siglo XVII no aparecen escritos crítico-dramáticos de alguna importancia, y los pocos que se refieren á este asunto son sólo polémicas en pro ó en contra de las razones políticas y religiosas, que favorecen ó contrarían estos espectáculos; á ellos corresponden la disertación latina De hodierna Hispana comediæ, del jurisconsulto Ramos del Manzano, en su comentario á la Lex Julia et Papia , así como también una apología de las comedias españolas, y especialmente de las de Calderón, en 1682, por el Dr.

Pedro Francisco Lanini Sagredo, autor de muchas comedias, sobre todo históricas y religiosas. No puedo decir si este poeta es el mismo que Pedro Francisco Lanini Valencia, cuyo nombre aparece en las colecciones. Juan Coello Arias, hermano de Antonio Coello, caballero de la Orden de Santiago. Jerónimo de Villaizán, bautizado en 1604, jurisconsulto y abogado en Madrid.

Si este no solo necesita de sus propios principios, sino de otras verdades fundamentales por el encadenamiento que hay entre ellas, ¿cómo ha de ser buen Jurisconsulto el que no sea buen Filósofo? No extraño que GENARO, que conocia por dentro lo que anda en esto, haya empleado tan vivas y tan continuas sátiras contra los Letrados.

«Aquí te lo trais el guajolotito de la ofrenda para el siñor licenciado».... Alguien me dijo después que aquellos hijos de Motecuhzoma eran ediles de un pueblo cercano, clientes de don Juan en un lite de quince años, para recuperar una dehesa y una faja de monte. Grato pasatiempo diario fué para la tertulia que se reunía todas las tardes, dadas las cinco, en el despacho del jurisconsulto.

Iba la hermosa niña los domingos y jueves a pasar con doña Tula todo el día; también solía ir los martes y los viernes, y a veces los lunes y sábados. Los días de fiesta reuníanse allí varias amiguitas de la generala, entre ellas las niñas de D. Buenaventura de Lantigua, y una prima de estas, hija del célebre jurisconsulto D. Juan de Lantigua, la cual, si no estoy equivocado, se llamaba Gloria.

Me apartó dulcemente, y se retiró paso a paso. Volví entonces a mis paseos favoritos, todas las mañanas y todas las tardes, antes y después de ir al despacho del jurisconsulto. Recorrí otra vez las orillas del Pedregoso, y subí cien veces a la colina del Escobillar.

Algo logró salvar el heredero, gracias a la habilidad de un jurisconsulto michoacano, y con ese pico, unos cuantos miles de duros, y a fuerza de inteligencia, de trabajo y de economías, el capitalillo fué en aumento, hasta convertirse en una fortuna muy saneada y redonda, hecha contra viento y marea, en los días más desastrosos de la guerra civil.