Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 13 de junio de 2025
Me parece que trató de decirme: «Estoy orgullosa, mi querido Domingo» o «está bien». Velaba sus ojos una lágrima; ¿era de interés, de compasión o solamente efecto de involuntaria conmoción de joven tímida? ¡Quién lo sabe! Muchas veces me lo he preguntado sin lograr concretarlo. Salimos. Yo arrojé mis coronas en el patio de las aulas antes de franquear la puerta por última vez.
Sintió más estupefacción que vergüenza al retirarse humillado. Pero ¿era Maud la que hablaba así?... ¿Sería un sueño lo de la noche anterior?... Repasaba en su memoria incidentes y palabras con la ansiedad de encontrar algo que hubiese podido ofenderla. Porque él estaba seguro de que sólo una ofensa involuntaria de su parte podía ser la causa de esta conducta. ¡Son tan susceptibles las mujeres!...
A la verdad, era un hermoso hijo pródigo, allí de pie, con su severo traje de última moda. Un pródigo arrepentido, con ojos tristes y obedientes, vueltos hacia la dura y antipática mirada del autor de sus días. La señorita Smith, un capullo de quince años, sintió en las puras profundidades de su loquillo corazón un movimiento de involuntaria simpatía hacia él.
Yo nada la pregunté, nada la dije; Amparo, con la fuerza de voluntad que Dios la ha dado, se serenó, y nada me dijo del retrato, ni de mi sorpresa involuntaria; dejé pasar algunos días, y a la primera confesión la dije: Tú sufres, Amparo. Tengo el alma triste, me contestó. ¿Tienes triste el alma porque amas?
El vals recomenzaba; entramos en el gran salón y nos perdimos en el mar de danzantes. Blanca había pasado de su interesante palidez a un encarnado suave, que revelaba la excitación involuntaria que provocan en la mujer la música y el baile. El último vals lo había bailado con un ímpetu y un ardor de veinte años.
Porque no encuentro el lazo que debe unir a la solterona involuntaria de otro tiempo con la de hoy. He llegado casi al fin del siglo XVIII y me falta una Princesa Isabel... ¡Dios mío! gimió la abuela, no se concibe semejante obstinación. Sí, señora, ciertamente respondió el cura con bondad.
Al ver el aspecto de aniquilamiento y de desesperación de la joven, una chispa de alegría involuntaria pasó por los ojos del bufón. Ese miserable no te comprende dijo. Os engañáis, Manuel; le enamoro, haría de él cuanto quisiera, menos que me amara como yo quiero ser amada. Estoy irritada: la cólera y la desesperación me matan. Quiero vengarme, y empiezo. ¡Pedro! ¡al alcázar!
Palabra del Dia
Otros Mirando