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Actualizado: 16 de julio de 2025
En Más pesa el Rey que la sangre, se representa la historia de Guzmán el Bueno; pero de tal manera, que se mezclan y confunden las invenciones del poeta con algunos otros datos suministrados por la tradición.
En la Crónica de D. Álvaro de Luna se dice de D. Juan II, que fué muy inventivo, é mucho dado a fallar invenciones é sacar entremeses en fiestas, ó en justas, ó en guerra, en las cuales invenciones muy agudamente significaba lo que quería. Crónica de D. Álvaro de Luna. Madrid, 1784, pág. 182. Hállase inédita en la Biblioteca real de París, y la más correcta es la del núm. 7.824.
Volvió á tender el brazo, como poco antes, contemplando su puño cerrado. Luego sonrió, con aquella sonrisa de sus antepasados que daba á su rostro una fealdad mogólica. ¡Fábulas de la tradición, invenciones de los novelistas para halagar al público en su sensiblería igualitaria! El fuerte siempre es el fuerte.
Tampoco en el arte difícil de levantar arcos de ramaje con transparentes para la noche, ni en disparar cohetes velozmente y a plomo. Pues bien; este ingeniosísimo varón, que tanto había regocijado a la villa con sus peregrinas invenciones, hacía ya mucho tiempo que permanecía inactivo.
Si hoy admiramos las oraciones de Cicerón, cierto es también, que si Cicerón resucitase y repitiese una de aquellas en el teatro complutense, cansaría á todos hasta el extremo, porque es conforme á la naturaleza de las cosas que las antiguas invenciones aburran, y que lo nuevo, si es también natural, agrade.
Distinguíase, como pocos, por la facilidad de sus invenciones ingeniosas y originales; y en algunas de sus obras, siempre calculando su efecto con la mayor habilidad, hace gala de esa prenda poco común, desde el principio de la acción hasta su término.
En ninguna parte es mas extremoso el lujo que en Lóndres, ni se exageran con mas extravagancia las modas y toda clase de invenciones.
A veces conserva un resto de acción, no más que la suficiente para mover los personajes; otras acude a invenciones fantástico-alegóricas; otras se limita a describir con cuatro indelebles rasgos un carácter. En este sentido, La Bruyère es un grande escritor de costumbres, aunque no hiciese verdaderos cuadros.
Así se comprende que D. Manuel Guerra, antes citado, diga que, en los autos sacramentales, se granjeó este hombre eminente general admiración, excediéndose á sí mismo; que su espíritu religioso inflamaba su alma, y su locución, tomando poderoso vuelo, se elevaba como el águila de Ecequiel sobre todos sus contemporáneos y sobre sí mismo; que tan divinas eran sus invenciones, tan bellos sus pensamientos, tan magníficas sus galas, tan claras sus moralidades, sus sentencias de tan buen gusto, su razón y su fe tan dulcemente unida, y lo útil enlazado á lo bello en tan amigable consorcio, que, á la vez, se quedaba la inteligencia sorprendida y vivamente inflamado el corazón; por último, que el ánimo se sentía lleno, al presenciarlos, de devoción y amor divinos, alegre y humilde, contento é inspirado, y á la par que lisonjeaban los oídos, inspiraban la más santa veneración hacia ese divino sacramento.
Luego eran los navegantes árabes los que se lanzaban en el mar de las tinieblas, y sus geógrafos poblaban el misterio de las soledades marinas con poéticas invenciones, aderezando los descubrimientos lo mismo que un cuento de Las mil y una noches.
Palabra del Dia
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