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Actualizado: 6 de mayo de 2025
El P. Enrique se instaló muy cómoda y holgadamente en casa de los Marqueses de Villafría, donde Tomás se ofreció para cuidarle; pero el P. Enrique traía consigo un criado chino, llamado Ramón, que le cuidaba con el mayor esmero. Vida del Padre en el lugar
Roger se instaló en un ángulo algo apartado del fuego, donde podía comer y beber con sosiego á la vez que observar los hechos y dichos de aquella extraña reunión, iluminada por la luz del hogar y tres ó cuatro antorchas colocadas en aros de hierro fijos en las ennegrecidas paredes.
El monte, entretejido de tacuapí, denunciaba tierra excelente; y aquellas inmensas madejas de bambú, tendidas en el suelo con el machete, debían de preparar magníficos rozados. Cuando Fragoso se instaló, el tacuapí comenzaba a secarse. Rozó y quemó rápidamente un cuarto de hectárea, confiando en algún milagro de lluvia.
Tres días de sopas y su robusta constitución arrancáronle de aquel amargo trance, y fue posible transportarle en carruaje al hotel de la calle de Verneuil. El mismo M. L'Ambert lo instaló con solicitud maternal. Alojolo en la habitación de su propio ayuda de cámara, para tenerle más cerca.
Tradición es, y aun lo afirman algunos historiadores autorizados, tales como Méndez Silva y Mariana, que el primer reloj de torre que se conoció en España lo tuvo Sevilla y que éste se instaló en 1400.
Se equivocan como unas estúpidas exclamó una voz burlona y vibrante, la voz de Francisca, que entraba en este momento en el saloncillo. Y bien añadió, después de darnos un vigoroso apretón de manos, ¿hay indiscreción en preguntar a ustedes qué dicen esos imbéciles?... Y sin oír el grito ordinario de protesta que se nos escapó a pesar nuestro: «¡Oh! Francisca,» se instaló cómodamente en un sillón.
Precisamente, el banquero más rico de la ciudad, Sam Poetor, era pariente de mi compañero de camino, y en cuanto supo nuestra llegada, nos envió á buscar en su coche, hizo recoger nuestros equipajes en el hotel y de grado ó por fuerza nos instaló en su casa. Era el tal un solterón de cincuenta años, y rico como lo son los de aquel país, vivía como un príncipe sin privarse de ningún placer.
Sola se instaló en ella desde el día de su boda para limpiarla y tenerla en tal disposición que todo lo hallase a punto su marido cuando viniese. Una criada elegida por ella, Juanito Jacobo y el criado que Salvador había dejado en la casa, daban compañía y custodia a Sola por la noche, y por el día D. Benigno, su hermana y sus hijos mayores apenas salían de allí.
Palabra del Dia
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